En mí vive un grito. Por la noche aletea, buscando, con sus garras, un objeto de amor.
Arañas la seda que te envuelve y te calienta, tu caparazón. Tu piel. Esa de la que hiciste tu morada y tu cárcel. Esa que te impide salir a volar. Y estás sola allí dentro, con las voces que tu mente ha creado como única compañía. Te da miedo estar allí, en la total oscuridad, esa que has llegado a pensar forma parte de tu alma. Te oprime los miembros y te oprime la cordura ¿cuánto tiempo llevas allí? ¿cuándo decidiste abandonar?
Fuiste como un gusano y ahora quieres salir a volar como una mariposa. Aunque sabes que durarías poco en esa forma. Y arañas la crisálida desde el interior con uñas y dientes, y gritas pero nadie puede oírte.
Qué más da. Si consigues salir alguien habrá fuera, esperándote, para arrancarte las alas.
Me aterroriza el algo oscuro que duerme en mi interior; percibo durante todo el día sus giros blandos y plumosos, su malignidad.
La cursiva es parte del poema Olmo, de Sylvia Plath.
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