En otra piel

Publicado el 16 noviembre 2011 por Marga @MdCala

Dice Siri Hustvedt que escribir ficción es como recordar lo que nunca ocurrió. No podría haberlo definido de mejor modo. Estamos de acuerdo.

A ella, como a mí y como -supongo- a muchos escritores, le molesta realmente la insistencia en retratarla necesariamente en sus libros, por parte de sus lectores. Se defiende alegando que tiene una imaginación soberbia y se puede convertir en otra gente muy fácilmente. Seguimos estando de acuerdo, pues.

Entiendo que avistar un paralelismo entre un escritor y su obra pueda añadir morbo a la lectura, pero el lector debe desengañarse: lo realmente sucedido, si es muy grave y muy íntimo, nunca se escribe. Nunca se escribirá. Al menos, no de forma que parezca propio… ya que esa parte oculta que todos tenemos, lo está por algún motivo y permanecerá de ese modo incluso para el autor. Correr riesgos es innecesario, cuando puedes travestirte de cualquier otra persona y con cualquier otra indumentaria que te apetezca, entendiendo por indumentaria sus pensamientos, dichos y acciones.

Afortunadamente la pareja y entorno cercanos al escribiente saben que ha de ser así: de otro modo, no podría relatarse un episodio de adulterio -detallado-, otro de asesinato, secuestro, traición, abandono o cualquiera que implicara la reputación del plumilla en cuestión.

Hace poco he realizado un trabajo para una próxima exposición de la que hablaré en cuanto todo se concrete. He escrito situándome en la piel de un hombre enamorado. He sentido el romanticismo de una época anterior, en absoluto desuso, y al organizador del evento le ha encantado (le ha resultado creíble). ¿Se me preguntará ahora si he cruzado la acera…? Espero que no.

La citada esposa de Paul Auster concluye con lo siguiente: me he pasado diez años escribiendo novelas como un hombre: ya era hora de escribir otra vez como una mujer. Y por ello ha publicado “El verano sin hombres”, para que ningún osado varón, esta vez, pueda robarle la voz escrita.

Me viene a la memoria, finalmente, algo que me dijeron en una ocasión, al tiempo que me tachaban de ingenua: “tú no podrás escribir jamás como un hombre.”

Pues amén al gurú…