Revista Literatura

¿En otro mundo?

Publicado el 28 febrero 2013 por Sara M. Bernard @saramber

¿En otro mundo?

San Juan Mal-Herido, patrón de los escritores frustados


¡Pufffffffffffff!
No llega en el mejor momento patético las reflexiones de Dolorosas imprentas locales (II). O quizás sí. Viví muchos años cerca de una de esas imprentas, con sus olores a tinta y a grasa de maquinaria, un negocio que sobrevivió el tiempo suficiente para llevarle un montón de folios a encuardenar. Me devolvieron un libro de piel marrón y letras doradas, la tesina fin de carrera.
Aquella copia la deposité en la universidad y me alegré de perderla de vista. La original, la idea original, se quedó escondida entre los cajones. Un encierro forzoso del que pedí explicaciones a la tutora: el año pasado, en la sesión preparatoria, le informé de este proyecto, un reportaje de investigación sobre la empresa X, que utiliza la tapadera de concursos literarios para captar compradores para los libros de noveles que ellos mismos imprimen (en su imprenta local de barrio) y el consiguiente análisis filosófico del ego de escritor y la industria editorial. 
Una cosa así de rebuscada. La unión exquisita que pude encontrar de Periodismo (en acción, investigando) y Literatura (los escritores). Y la tutora de tesis dio el visto bueno al esbozo, con un año de antelación. Pasaron los meses, con tranquilidad, recabando testimonios, pruebas documentales sobre el fraude "comercial,  por realizar el pago con gastos de envío aparte y no recibir nada, bases teóricas sobre la escritura como proceso de comunicación, lecturas kilométricas de escritores escribiendo sobre el escribir.
Llegó el momento de sentarse a hilarlo todo, con ese hastío de la tarea impuesta, una página o dos al día por obligación. La tutora (ahora jefa de directores de tesis) volvió a hacer sesiones preparatorias. Y lo mandó todo a la mierda: esto no vale. Es largo de explicar la relación de enfrentamiento directo con esta profesora, desde una clase en la que le argumenté un dato diferente al que daba sobre el origen de la escritura. Lo cierto es que las cosas siempre las ponía difíciles. Guardé la documentación y seguí adelante con otra cosa no deseada. Hasta llegar a aquellas tapas marrones.
Ya entonces había escuchado lo de imprimirse a uno mismo. La porquería idéntica que hay ahora de lo fácil que es publicarse, con Internet, por qué no subes tu libro. La misma idiotez que el " ¿no os gusta escribir, no os da placer; pues qué más queréis?".
El común de los mortales (incluyendo gente del sector) no tiene ni la más remota idea de lo que está hablando. Pero ni de lejos. La literatura, en realidad, está montada sobre un andamiaje falso y un gran constructo teórico de análisis en parcelas, dando un imaginario colectivo que (para algunos) no es real ni lo será nunca. Se olvida que la experiencia lector-escritor no coincide. Pongamos de ejemplo la Danza, ser aficionado al Ballet y chuparse la representación anual de El lago de los cisnes no tiene nada que ver con entrenar 8 horas diarias (de media) con las zapatillas destroza-pies. O patearse 90 minutos un campo de césped en nada se parece a verlo desde el sofá, con ángulos de visión perfectos y replay de las mejores jugadas.
Este post podría ser interminable. He dicho podría. El 4/10/11 escribí otro (bastante largo) que se titulaba "Una historia paralela - escribir, esa gran putada". Después, lo retiré de circulación, cuando tiré las copias de todos esos libros que no llegaron a ninguna parte. Los tuve que tirar para sobrevivir, y empezar de cero.

"Un poeta muerto ya no puede escribir. De ahí la importancia de estar vivo", que dice Houellebecq.

Es, por supuesto, una historia de sufrimiento. Que poca gente entiende, claro. El mito de escritor maldito es un ideal, una pose que muchos tratan de adoptar para justificar no sé qué. Me dáis risa. No tenéis ni idea. Las cosas no se adoptan, sino que pasan. Y pasan los años y llega el momento de reírse ante tanto patetismo propio.


Porque escribir es una disciplina artística, lo mismo que la pintura, que la danza, el teatro o la música. Socialmente, no tiene esa consideración, porque hay mil factores (la industria editorial, los best-sellers, las entrevistas, los diagramas de trabajo, la pose) que distorsionan ese núcleo. Al mismo tiempo, se mitifica como "grandes" a autores que enfermaron también por esa creatividad. ¿En qué quedamos, entonces?

Siempre me han jodido las etiquetas mentales. Los psiquiatras y los psicólogos también me han jodido. Los odié durante mucho tiempo porque me dejaron sufriendo, me dejaron en ese estado (que ahora sé) es una depresión, con aquel vacío crónico y con las ganas de suicidarse un día sí y al siguiente también. Hubiera querido etiquetas. O medicamentos, así ahorrarme el dinero para drogas anestesiantes del dolor. Pero no. Sólo me escucharon y dijeron que todo estaba bien. Hacía mil cosas entonces, aparte de escribir. Pero yo sólo quería escribir.
¿Cómo te ves en 15 años?
Escribiendo, fue lo único que respondí. 

Han pasado esos 15 años. Escribo. Huí de las aulas de Quimica para entrar a las de Periodismo, soñando con reportajes largos para contar el mundo, que básicamente utilizaban la herramienta del escribir. Un estado mental que es como la mirada del fotógrafo, capaz de arrancarle a la realidad encuadres particulares, que se convierten en fotos. Vivir en un mundo ¿diferente? Toda mi vida era eso: el más leve sonido, una mirada, cualquier cosa, era (es) un futuro relato, un poema, unas líneas. La hoja en blanco no existe.

Han pasado 15 años y soy pobre. Leo menos de lo que me gustaría, porque es una punzada dolorosa ver páginas recién impresas, que contienen ideas y hasta frases que ya estaban en mis libretas hace 20 años. Es dolorosa la situación de miedo, de seguir dando vueltas a si "se vale para esto o no". Es todavía más patético darse cuenta de que sí, hay una posibilidad, que las faltas de autoestima sean un espejismo producto de la inseguridad al no publicar y no al revés; que no haya ninguna enfermedad mental a pesar de cumplir los patrones de unas 500, según el DSM-V. La literatura es una enfermedad en sí misma, pero todavía no la han metido ahí.

Y cómo le explicas eso a un mercado industrializado en el que hasta Ana Rosa Quintana, Vaquerizo o Jorge Javier Vázquez te sacan un libro. Ese rollo creativo no le interesa al materialismo.


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