KONSTANTIN STERKHOV
4 de septiembre de …, no perdón, 4 de diciembre. Ni siquiera es 4, hoy es 3 de diciembre. Me estoy volviendo atemporal pero no tanto como para no identificar que estamos en crisis. No sabemos si llegaremos a juntar el dinero del alquiler para el 15, o si pagaremos la cooperativa eléctrica antes de que llegue el aviso de corte. Llegar sin deudas a fin de año es una utopía. Es más fácil llegar sin ganas, pero sin deudas?
Nos quedarán deudas: monetarias, afectivas. Deudas con nosotros mismos, porque tal vez no hemos cumplido ni el diez por ciento de las promesas que nos hicimos al comenzar este año. Ni hablar si tenemos promesas acumuladas de por vida. Esas son las favoritas de los acopiadores compulsivos.
Romper promesas, rearmar promesas; pintar de blanco, luego de rosa, al final de amarillo. Dejar la pintura en la lata mal tapada y que se seque. Dejar la mesa puesta y los platos en la pileta. Dejar la cama desarmada para el otro día. El pasto que crece. Dejar de hablar con fulano de tal. Los malentendidos que se suman. No hablar, dar a entender. Hablás y te meten en la licuadora. Crisis existencial y deudas de todo tipo. Traigan un albañil que levante un muro por favor, entre este año y el otro, así traspaso más o menos limpia hacia el año que vendrá, como esos chicos que sueñan que están libres de pecado luego de comulgar.
En tal caso, sin muro, con la casa en orden y las boletas a pagar bien acomodadas, me libero a mí misma –mediante este acto solemne- de prometer y por decantación me libero de cumplir. Luego me libero de interactuar con quien pretenda que le debo algo. Acaso no es eso una forma de esclavitud? Es que he pagado ya suficiente cantidad de intereses, o al menos así me parece. Últimamente los intereses multiplican al capital con creces.
Mientras los habitantes de este mundo odian y poseen, deben y desforestan, erguidos en dos patas, o en mil patas, yo me despojo y alzo mi bandera blanca: vivo en pie de paz.