Me presento en tu fiesta porque no encontraba el momento oportuno para decirte lo que siento por ti. Sé que no debí venir, pero el corazón venció la batalla, ya sabes que soy muy impulsiva. Estoy rodeada de princesas sin nombre, con zapatos de cristal y frágiles sueños que esperan su turno ansiosas, contemplándote por encima de su copa. Yo no sigo modas ni ridículos protocolos. Sólo necesito saber si esas chicas son tu prototipo o te convence más mi naturalidad y mi risa cristalina. Mi permanencia en este espacio de pestañas postizas y ridículos peinados depende únicamente de tus respuestas. No insisto ni me arrastro ante nadie. Puede que no sea la chica más bonita de esta fiesta, ni la que luzca el vestido más caro ni los zapatos más deslumbrantes pero destilo inteligencia y saber estar, sentido común y grandes dosis de sinceridad. No soy una muñeca maleable ni una caricatura femenina vulnerable sin sus doce centímetros de tacón. Soy una mujer de carne y hueso, aferrada a sus valores y a las emociones del alma. Me presento en tu fiesta esperando una respuesta que despeje mis dudas. No soy mujer que deje escapar sus oportunidades pero tampoco repetiré nunca esta escena. No vine a por ningún príncipe azul, este ridículo vestido rosa es sólo una pose. No encajo aquí y tu mirada me dice que tú te estás aburriendo de los absurdos coqueteos y de las empalagosas conversaciones. No tardes en decidirte, escapa de pretendientas de pega y de una fiesta cursi y recatada. Ven conmigo y concédeme este baile, pero antes deja que me quite estos zapatos de tacón que me están matando.