El lunes por la tarde no estaba de mejor humor. El examen me había ido fatal, había sido la peor nota de mi vida. Estaba enfadada y furiosa conmigo misma por haberme dejado convencer con tanta facilidad por mi hermana menor. Incluso la profesora se había sorprendido al mirar la hoja del examen y con un tono de defraudación me dijo que nos veríamos en la recuperación de la semana siguiente.
Así que ahora me encontraba en la biblioteca, con el portátil encendido encima de la mesa, el facebook abierto y los auriculares puestos. No es que fuera el mejor ambiente para estudiar, pero en medio de mi enfado la razón no tenía cabida.
Delante de mi estaba sentado un chico que permanecía serio (o quizás solo era concentración) e indiferente a mi presencia. Ya que no podía concentrarme en los párrafos del libro de Historia me decanté por estudiarlo a él.
Tenía el cabello negro y rizado a la altura de la nuca. Las cejas eran gruesas y pobladas y cerca del ojo izquierdo tenía un lunar. Las mejillas parecían ásperas al tacto y estaban cubiertas por una sombra oscura, prueba de que llevaba varios días sin hacer una visita formal a su cuchilla.
Mi inspección se vio interrumpida por un saludo de Keisi en el chat. Acababa de conectarse con su Blackberry desde algún lugar de la ciudad. El libro quedó abandonado en un rincón de la mesa cuando me acerqué al teclado. Mi repentino movimiento atrajo la atención de mi compañero de mesa y la voz de Juan Luis Guerra acompañado por Maná estalló en mis oídos: ¨ Benditos ojos que me esquivaban, simulaban desdén que me ignoraba, y de repente, sostienes mi mirada¨
La luz que entraba por la esquina de la ventana se reflejó en sus ojos verdes. Sus labios me regalaron una sonrisa y yo, en un descuido de vanidad, abrí la boca desmesuradamente y olvidé devolvérsela. Su rostro serio (o concentrado) había experimentado tal cambio que no pude ocultar mi sorpresa. En sus mejillas ásperas se advertían ahora dos hoyuelos que no podían menos que aumentar su ya de por si atractivo.
Fingí ignorarle y respondí a Keisi con un ¨ hola¨ sin dejar de advertir que mis manos temblaban. El parecía más divertido que ofendido por mi reacción. Al notarlo, me mordí el labio inferior para contener una carcajada inoportuna y al alzar la mirada, nuestros ojos se encontraron una vez más. En esta ocasión me sentí lo suficientemente generosa como para devolverle la sonrisa y el asintió con la cabeza en lo que me pareció un gesto de agradecimiento.
Keisi me preguntó dónde estaba. Le respondí que en la biblioteca sin perder de vista a mi Adonis particular. ¨ Necesito que vengas a buscarme¨
Arrugué el ceño al leer este último mensaje. ¨ ¿Qué pasa? ¨ Pasó un largo minuto y yo me imaginé todas las posibles respuestas a mi pregunta antes de que ella respondiera ¨ Nada nuevo. Darío se ha enterado de lo del sábado y hemos tenido una discusión. Ahora no tengo quien me lleve a casa.¨ Torcí los labios en un intento de sonrisa. Mi hermana nunca cambiaría. Se había liado con aquel tipo en la discoteca solo unos días después de haberse arreglado con el que era su novio desde los quince años. ¨ De acuerdo. Dame diez minutos¨
Me deshice de los auriculares, apagué el portátil y cerré el libro que permanecía abierto en un rincón de la mesa. Me levanté para guardarlo todo en la mochila y al hacerlo volví a llamar la atención de mi compañero de mesa. Esta vez el sorprendido era él. Me susurró un ¨ adiós¨ y yo le respondí con una sonrisa. No me percaté entonces de que acababa de dejarme el móvil encima de la mesa.
Daniel se quedó mirando a la chica que se acababa de levantar. Ahora podría volver a concentrarse en sus libros. La técnica de gestión de empresas se le daba francamente mal y la presencia de una chica guapa no ayudaba a prestar mejor atención a los siempre aburridos números. Volvió a agachar la mirada hacia las gráficas y tablas del libro.
En realidad odiaba la organización de empresas, el hubiese preferido estudiar algo más interesante, quizás Antropología. Sí, eso habría estado bien. Viajar y conocer otras culturas. Pero su padre, siempre obsesionado por el dinero, le había dejado muy claro que solo pensaba pagarle los estudios a condición de que estudiara la carrera que el eligiera. Ciertamente, Daniel podría haber encontrado un empleo que le ayudara a sustentarse como hacían tantos otros universitarios, pero decir que no a su padre era como abrir un frente de guerra y su madre no lo hubiese soportado. Así que allí estaba, amargando sus días con algo que le resultaba totalmente indiferente.
Movió el cuello de un lado a otro para aliviar la tensión y algo encima de la mesa llamó su atención. Estaba justo en el mismo lugar donde minutos antes había estado el portátil de la chica anónima. No lo había detectado antes porque estaba cubierto por un libro, pero ahora, al reparar en su presencia, notaba la inconfundible silueta de un móvil. ¿El móvil de ella? Al mirar la pantalla descubrió su rostro risueño junto al de otra chica también muy guapa. Ambas se parecían mucho físicamente, motivo por el cual supuso que con toda seguridad serían hermanas.
Se dio cuenta demasiado tarde de que debía haberse levantado para devolvérselo. Con la prisa que llevaba ahora seguramente estaría fuera de su alcance.
Accedió a la agenda desde el menú del móvil y se sintió aliviado al leer ¨ fijo de casa¨. En cuanto saliera de la biblioteca la llamaría y le explicaría lo sucedido. Quizás ni siquiera se hubiese percatado aún de su ausencia. Parecía una chica bastante despistada.