En un cofre soñoliento
se encontraban los papeles,
esos versos y poemas
que escribimos tantos jueves.
Tú venías del colegio,
primorosa, como siempre,
con tu paso menudito
y la falda con sus pliegues.
Y rompías el silencio
que imponían los cipreses,
con tu voz, tan melodiosa,
de una alondra entre claveles.
Y llenábamos cuartillas
con las frases mas bien breves
que llegaban a nosotros
a través de nuestra mente.
En un cofre soñoliento
han surgido amaneceres
silenciosos y esperando
otras albas que viniesen.
Y llegaste con tu paso,
y también con los deberes,
a decirme que adelante
que el misterio permanece.
Que está viva la leyenda
y que el mundo no se muere,
a pesar de su agonía
de las guerras y las muertes.
Porque existen los poetas
con sus voces tan silentes
que se elevan a los cielos,
a los dioses con sus preces.
"...En un cofre soñoliento
hoy he visto bien tu frente,
redentora de mis labios
que te besan y te quieren..."
Rafael Sánchez Ortega ©
19/09/15