Y esta tarde frente al odio, los rencores, y su rabia contenida,
las lágrimas resbalaban de mis mejillas.
Y fue cuando me dije, nahhh, y le pedí a Antoine, mi camarero de cada mañana:
"Ah, y por favor, ponle al café un poco más de ese amor del que tú sabes
para responderles con esas armas que tantos ya han olvidado".