La literatura tiene, pese a todos sus sinsabores, cosas realmente hermosas. A propósito de Alma han ido apareciendo múltiples reseñas, salvo excepciones -pocas, y sin duda necesarias. Al fin y al cabo una estética encuentra su definición y sus fronteras a través de un juego de fuerzas de afinidades y diferencias-, positivas, algunas entusiastas. No voy a citar aquí ninguna, no por desagradecimiento a los críticos y los autores que se han pronunciado acerca de ella, sino porque no quiero que este blog se convierta en adelante en un medio publicitario de mi(s) novela(s). Cualquier interesado puede encontrarlas en la página de facebook que creó la editorial o -más democrático- con una sencilla búsqueda de Google. Solo haré una excepción. Se trata de la lectura que ha hecho de Alma el artista y crítico Luis Francisco Pérez. Tengo que decir que a Luis Francisco lo conocí hace poco. Coincidimos en la presentación del último libro de un amigo común. Nos tomamos algunos gintónics, hablamos de arte y literatura, fumanos en la -puta- calle, como mandan las ordenanzas. Coincidimos en algunos gustos literarios. Hubo desacuerdo en otros. Me sorprendió, sobre todo, que un artista plástico se desenvolviese con tantísima solvencia en el mundo -cada vez más complejo- de la literatura. Prometió hacerse con mi novela y leérsela. Y lo hizo. Al poco tiempo recibí un correo con un mensaje adjunto donde figuraba (aproximadamente) la lectura que acaba de publicar en su recién estrenado blog. No le concedo tanta importancia a la anécdota de nuestro encuentro sino al hecho de que la lectura de Luis Francisco me parece la más cercana y atinada de las que he leído acerca de mi novela. Un acto de generosidad por su parte al que solo puedo corresponder con mi mayor agradecimiento.