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Enemigos en Paz

Publicado el 04 diciembre 2009 por Xim
El premio Nobel de la Paz anuncia las primeras muertes de su legado de terror y barbarie: Obama ha anunciado el envío de 30 mil soldados más a Afganistán... El presidente de Estados Unidos ha puesto 2011 como la fecha en la que comenzaría el repliegue si las circunstancias lo permiten...
Me gustaría que cada uno de los treinta mil soldados que mueran de aquí en adelante, (que seguro habrá víctimas como es costumbre en el día a día de tales soldados), sirva como GRITO de: NO MÁS GUERRA para los agilipollados que tanto se enaltecieron en votarlo como presidente y para los que le dieron gratuitamente (sin merecerlo) el Nobel de la Paz.
Obama y OTAN anuncian refuerzos y los talibanes prometen devolverlos EN ATAÚDES.
El Gobierno afgano se declaró satisfecho este miércoles por el próximo envío de 30.000 soldados estadounidenses más, a los que se sumarán 5.000 de la OTAN, para combatir a la insurgencia talibán, que aseguró que esos refuerzos no harán sino aumentar el número de muertos entre los aliados.


FRANKIE GOES TO HOLLYWOOD *** WAR ***
War - huh
What is it good for?
Absolutely nothing
Say it again
La guerra
¿para qué es buena?
Absolutamente PARA NADA.
Dílo otra vez...
Enemigos en Paz
Giorgio Manganelli (Milán, 15 de noviembre de 1922 - Roma, 28 de mayo de 1990), escritor italiano inclasificable; ejerció también y extensamente como crítico, periodista, ensayista y traductor. El raro escritor Manganelli comenzó en 1953 escribiendo críticas, y a veces sobre escritores imaginarios. Su consagración en Italia como escritor se inicia ya con el primer libro, Hilarotragoedia, a los cuarenta años, al haber tomado contacto con la enfermedad y la locura, según se sabe hoy. Pero sólo tras el premio Viareggio, conseguido en 1979 por su extraña ocurrencia de recopilar cien breves relatos "Centuria", se tradujo al alemán y al castellano. Desde entonces se le ha considerado como un verdadero e inclasificable creador del siglo XX.
Manganelli desarrolló una prosa barroca y riquísima, difícil pero rigurosa y absorbente. Por ello se dice que el protagonista de sus obras de ficción es ante todo el propio lenguaje. Estilista implacable y de una imaginación desbordante, se le ha comparado en ocasiones con Italo Calvino, que fue su mentor e impulsor, Borges o Samuel Beckett, si bien su modo de hacer es totalmente "Manganelli".
La confusión viscosa entre los órdenes de la realidad y la ficción, las parodias semi-teológicas sobre los muertos y el Infierno y la escritura como creación de mundos son algunos de los temas que trató de forma recurrente. Junto con Umberto Eco, Edoardo Sanguinetti y otros es una de las principales figuras surgidas de la Neoavanguardia y el Gruppo 63, corrientes literarias italianas de la segunda mitad del siglo XX.
Tradujo, sobre todo, a Poe. Fue un gran viajero, y llegó a China, India, Malasia. Murió en 1990, en Roma, ciudad que era la suya desde hacía mucho (1953). Dejaba sobre su mesa de trabajo el manuscrito de "La ciénaga definitiva", una de sus mejores y más desesperanzadas obras, que se publicó de manera póstuma.
Esto que sigue a continuación es el relato nº 39 de su libro "Centuria" de 1979 que apareció en Italia con el subtítulo de "Cento piccoli romanzi fiume", y en nuestro país como "Cien breves novelas-río"... Ah, este es el libro que estoy releyendo por enésima vez estos días.
Enemigos en Paz
Nº 39
"Una sombra veloz corre entre las alambradas, las trincheras, las siluetas nocturnas de las armas; el correo tiene prisa, le empuja una furia feliz, una impaciencia sin tregua. Lleva un pliego en la mano, y debe entregarlo al oficial que manda aquel reducto, escenario de muchas muertes, de muchos fragores y lamentos e imprecaciones. El ágil correo pasa entre los grandes meatos de la prolongada guerra. Ya está, ha llegado ante el comandante: un hombre taciturno, atento a los rumores nocturnos, a los estruendos lejanos, a los rápidos fuegos. El correo saluda, el comandante – un hombre que ya no es joven, con el rostro arrugado – despega el pliego, lo abre, lee. Con la mirada atenta, relee.
-"¿Qué significa?" Pregunta extrañamente al correo, ya que el mensaje no está en clave, y claras y habituales son las palabras con que está escrito.
-"La guerra ha terminado comandante", confirma el correo. Consulta su reloj de pulsera: "Ha terminado hace tres minutos".
El comandante alza el rostro; y con infinito estupor el correo descubre en aquel rostro algo incomprensible: un principio de horror, de espanto, de furor. El comandante tiembla, tiembla de ira, de rencor, de desesperación. -"Vete, carroña" ordena al correo: éste no entiende, y el comandante se levanta y le abofetea.
-"Largo o te mato". El correo huye con los ojos llenos de lágrimas, de angustia, casi como si se le hubiese contagiado el espanto del comandante. Así que, piensa el comandante, ha terminado la guerra. Se vuelve a la muerte natural. Se encenderán las luces. Oye voces procedentes de la posición enemiga: alguien grita, llora, canta. Alguien enciende una linterna. La guerra ha terminado en todas partes, ya no queda ninguna huella de guerra, tanto las armas relucientes como las herrumbrosas son definitivamente inútiles. ¿Cuántas veces han apuntado para matarle aquellos hombres que cantan? ¿Cuántos hombres ha matado y ha ordenado matar, en la legitimidad de la guerra?. Porque la guerra legitima la muerte violenta. ¿Y ahora?. El comandante tiene el rostro bañado de lágrimas. No es verdad: hay que dar a entender inmediatamente, de una vez para siempre, que la guerra no puede terminar. Lenta y fatigosamente, empuña el arma y apunta a aquellos hombres que cantan, ríen, se abrazan, enemigos en paz. Sin vacilar, comienza a disparar".
Xim #09

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