Huevos fritos o revueltos, las onmipresentes beans, patatas fritas o asadas, tomate, champiñón, tostadas, salchichas, morcilla… Todo regado con té o, para qué andarse con tonterías, una buena pinta.
La verdad, desconozco si el común de los ingleses se zampa semejante monstruosidad cada mañana, aunque imagino que no, porque si así fuera no podrían ni salir de casa y sería un país de gordos como globos inflados de colesterol. Que tampoco es el caso.
Digo yo que este será el desayuno de los obreros. En las oficinas, las chicas sacan su bol de cereales con leche como en todas las oficinas y se toman su tiempo para desayunar mientras miran sus cosas en internet, escaqueándose del trabajo durante la primera media horita como es debido. Y luego ya en las casas depende del grado de excentricidad de cada cual, que los ingleses son muy suyos para eso.
En fin, una de las cosas que echaba de menos en Londres era el desayuno “continental”. Poder tomarme un café con leche acompañado de sus tostaditas y su zumo de naranja. Pues bien, no se encuentra fácilmente. Lo más parecido que yo me regalaba los domingos era el delicioso latte tamaño industrial del Costa con un sándwich mixto un tanto plastificado y un zumo de bote. Eso sí, el latte me dejaba casi tan aturdida como un buen English Breakfast. Que, por cierto, sabe a gloria en una mañanita de resaca.
Igual será por eso que para los British es un “must”.