Revista Literatura

Enredados

Publicado el 20 agosto 2018 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970
39441972_1877754715652191_5748035035240333312_nMartina Dimunová

Tengo una teoría de una teoría que se basa en otra teoría en la que ni siquiera creo.
Los psicólogos dicen que en realidad cuando a uno le llaman la atención ciertas cosas sobre un desconocido, es que estamos reconociendo algo nuestro o de nuestros progenitores en la otra persona.
Otros apóstoles de las ciencias alternativas lo llaman reconocer a alguien a quien conocemos de un antes. Ese antes del que no tenemos prueba ninguna, ni manera de corroborar nada. 
Ella miró la foto y sintió algo. Un algo que surgió de las cenizas mismas de lo desconocido. Lo miró, lo estudió, dió vueltas en la calesita un par de minutos y lo dejó ir, porque la vida estaba planteando otros temas más urgentes de los que hacerse cargo. Pero -siempre hay un pero- el tiempo pasó, los asuntos se resolvieron, vinieron otros temas y surgió el contacto real con ese mismo desconocido de la foto que se parecía a alguien. Ella pensó que estaba loca, luego escuchó una de esas frases pegatinosas en una peli que decía que cuando te pasa algo distinto con un otro hay que atender dos cosas: lo distinto que te sucede y al otro.


El, a medida que ella se acerca y huye con la misma determinación, va repitiendo algunas hipótesis como para autoafirmarse en esa realidad extraña. Una es la del fluir y dejar que las cosas acontezcan por sí solas.
Otra teoría en la cual no estoy segura si creo.
¿Dejar todo en manos de una fuerza mayor que ni siquiera sabemos cómo opera o si existe?
¿La teoría de fluir es otra excusa para no atender lo que sentimos o no sentimos? ¿O es el tiempo que necesita una buena masa con levadura para crecer y ser pan?
Para ser que no creo en casi nada, mis protagonistas del “te quiero pero no sé bien qué quiero”, creen en casi todo, menos en sí mismos.
Esta es la historia de cualquier desencuentro: en el mercado, en Facebook, en Instagram, detrás de un mostrador, en el medio de un evento social o en Tinder. Una historia cualquiera, llena de dudas existenciales y de afirmaciones absurdas, las cuales lejos de aclarar cualquier panorama tienden a la confusión absoluta: ¿Nos conocemos de otra vida? ¿Vino a enseñarme algo? ¿Este remolino cósmico está marcado por el destino? ¿Es la persona que sujeta mi hilo rojo?
Aflojemos con lo del hilo rojo que estamos todos enredados.
Al final mi teoría es simple: lo que se ve “es”, lo que se siente “está”. Y cuánto más uno se ponga a naufragar en artilugios disparatados poco comprobables, menos sentido adquiere esta existencia que los tiene a ellos, a los otros y a nosotros estupefactos, anonadados, confundidos, levantando muros de contención física y psicológica.
A veces, las mismas teorías que usamos para explicar lo inexplicable, es lo que nos aleja de nuestro sentir en esta vida que sí es real y sí acontece hoy.
Patricia Lohin


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