Dicen por ahí que la mejor manera de aprender un idioma es buscarse una pareja originaria del país en cuestión. Eso es porque no contaban conmigo.
Lo confieso: en los meses que llevo con mi chico francés, prácticamente lo único que le he enseñado han sido palabras escatológicas o malsonantes. En mi defensa, no hay nada más divertido que escucharle decir barbaridades dignas de un obrero de la construcción con su dulce acento francés. Y él, feliz de aprender el español "de puta madre".
Ayer aprendió a decir "domingas". Mientras me iba, aún podía escucharle repetir para si mismo: "¡Qué domingas más grandes!", "Me gustan las domingas" y su preferida, "¿Me haces una cubana con tus domingas?".
Probablemente vaya al infierno, lo sé, pero lo que me habré reído por el camino...