Que tanto se dice el triste cuando se concentra en sí mismo:
No tengo esto ni aquello, no he visto nada de lindo. No llevo
un centavo al centro pues se me rompió el bolsillo izquierdo;
y el derecho es un pozo ciego, lleno alacranes que muerden
dedos, con sus cortaúñas hecho en acero empobrecido entre
lamentos. Me visto como un cochino y todos me llaman puerco.
En los bares ya no entro y si algún día fumé, ahora solo bebo té
y me despierto colérico; pues me dan crisis de pocos deseos de
ser como lo imponen los gobiernos. Y hasta perdí los sentimientos
buenos en un premio para deshonestos, tristes como yo y
coléricos; pero muy poco sinceros y ladrones de criterios…
Tengo deseos ser, de ser sin perder mi último aliento por dinero.
Pues me atormenta de stress, como a cualquier comemierda
que nunca pudo tenerlo. Pues con dinero y con los premios
moriremos un día de estos, cuando el sol baje del cielo
detrás de sombras con velos tétricos; que nos llevarán tan
lejos como en versos, a donde el olvido ajeno sabe a eterno.
Y al foso en tierra de extintos, llegue el occiso descrito en
los capítulos de un libro viejo; a enterrar sus huesos místicos.
Porque en vez de aclarar sus adentros sal y estiércol, vertió
sus demonios alérgicos dentro de los abismos negros,
infinitos y rojizos, de su cuerpo adolorido. Y al regreso siguió
triste; y con el corazón vencido por lo sufrido muriendo,
sin comprender que la lección de la vida que va lejos…
¡Es su perenne recomienzo!
Al Caballero de las Artes y las Letras que quiso darnos sus
consejo de maestro: Ya está muerto señor mío y no hay
remedio. Y aunque lo embalsamen los egipcios, usted se
podrirá bajo cemento por altanero y egocéntrico. Ya al
foso en tierra de extintos, llegó su cadáver occiso…
Y que tanto se dice triste, quien vuestro esqueleto ha
escondido; y que tantos se dicen tristes sin haberlo visto.
Y que poco dice la gente, cuando el destino es distinto,
pues enseñando lengua y pensamientos se es más digno.
Picture Eiden Nareth by Ariel Arias
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