El modelo de Peters rechaza la idea de que, como educadores, impongamos lo que nuestros alumnos y alumnas tienen que pensar, creer o hacer cuando acaben su periodo de educación (es decir, rechaza la instrucción y el adoctrinamiento), sino que, por el contrario, se nos plantea el deber de iniciarles en los valores, actitudes y conocimientos que a lo largo de nuestras experiencias personales y colectivas hemos descubierto como importantes, adentrarlos/as en nuevos mundos cuyo camino irá trazando y finalizará cada cual según su libertad de criterio. Bajo esta filosofía, el educador renuncia a imponer sus propios criterios pero aún así, desde el momento en el que inicia a su alumnado en el descubrimiento de una materia, en el sentido y la importancia de un determinado valor moral o en la importancia sobre algo no cabe duda de que es una persona que influye en la educación de otros/as, y tiene su alícuota de responsabilidad en ello.
En la actualidad, muy a nuestro pesar, es bien conocido por todos/as que los/as jóvenes que no abandonan sus estudios prematuramente (alrededor de un 30% de los que comienzan) y que van a la Universidad tienen, cuando acaban sus carreras, muy pocas posibilidades de encontrar un primer empleo y que, en el hipotético caso de conseguirlo, éste suele estar muy por debajo de sus supuestas potencialidades académicas tanto a nivel retributivo como de responsabilidades y funciones. Como alternativa ante esta dramática situación los/as jóvenes, en la intención de darle un nuevo 'empujón' académico a sus devaluados títulos universitarios, se aferran a seguir vinculados con el mundo académico cursando estudios de postgrado que, por otro lado, también están perdiendo su caracter distintivo y elitista. En definitiva, yendo en contra de la idea de Peters de que el educador (y el sistema institucional que lo sustenta) deben tener como fin último, el hacer autónomos a los/as estudiantes y hacerlos prescindir de sus servicios con el paso del tiempo.A mi juicio esto pone de manifiesto que la educación en España lejos de tener una finalidad iniciadora y, en todo caso, influyente en el destino profesional y de futuro autosuficiente de nuestros/as ciudadanos/as, se ha convertido (i) en un 'camino sin retorno' para aquellos a los que el sistema dejó en la cuneta y que hoy constituyen generaciones enteras de personas sin cualificación suficiente para valerse por sí mismas en la exigente y despiadada sociedad de la información y el conocimiento o (ii) en un 'callejón sin salida' para muchos/as de aquellos/as que no tienen otra opción que seguir aferrados/as al único escenario donde sus planteamientos academicistas y meritocráticos pueden seguir teniendo cabida porque en el mercado laboral es notorio que no la tienen.
Y en este punto me pregunto ¿cuánta responsabilidad tienen los cuerpos docentes de este país en esta situación?,¿cuántos/as de ellos/as se han esforzado cada día en iniciar, en lugar de instruir, en mostrar en lugar de decir, en hacer pensar en lugar de indicar qué pensar?, ¿a cuántos/as les falta el suficiente amor por su profesión como para prepararse cada día para prestar un servicio a los demás (su alumnado) en lugar de para plantear sus clases en su propio beneficio y comodidad?. Si en el mejor de los casos educar es influir, ¿qué responsabilidad tienen esos cuerpos docentes en la realidad laboral de nuestros días?. Y prefiero hablar de docentes que de políticos porque, por mucho que el sistema educativo dependa en su formulación de instancias políticas, los decretos en los boletines oficiales marcan objetivos mínimos a los que llegar pero nunca la metodología y la forma de hacer las cosas a 'pie de clase' cada día. Si educar es influir ¿quién asume las responsabilidades que de ello se derivan?.Quizás demasiadas preguntas para pocas respuestas; preguntas que nos asaltan en momentos de nuestra vida en los que es posible que ya seamos (y nos sintamos) 'víctimas' de un sistema que nos ha acostumbrado a buscar siempre la respuesta correcta sin reparar si era la constestación a nuestras preguntas y nuestras inquietudes. A mi juicio, todas esas preguntas sin respuesta desaparecerían de nuestra realidad social en los años venideros si los/as educadores fuesen capaces de desarrollar y poner en práctica herramientas y estrategias fundamentadas en el respeto hacia el que aprende y sus procesos naturales, intentando que la educación fuese ese proceso del que hablaba Peters que influyera pero no impusiera, que guiara para que cada cual fuese capaz de encontrar sus propias preguntas y descubrir sus propias respuestas. Esa concepción de la educación impregna, en la actualidad, proyectos nacientes como el de la Pedagogía Blanca que busca un aprendizaje empático en el que se fundan conocimiento, esfuerzo, objetivos, respeto y libertad, permitiendo una educación a través de la cual las nuevas generaciones sean felices al aprender y desarrollen todas sus potencialidades y su creatividad.