Revista Talentos

Entender

Publicado el 06 enero 2015 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro

Entender

EntenderDesperté un poco turbado, algo no estaba bien, el mundo despierta turbado por lo general, no es ninguna novedad. Salí rápido de la cama y me dirigí rápido al living. Ella nunca despertaba antes que yo. Allí me encontré con una sorpresa: los papeles del divorcio, cincuenta hojas sostenidas únicamente por un alfiler de gancho.
Deprimido, me puse a llorar como una colegiala. Esto me dejaba sin razones para vivir, ella era mi vida, casi todas mis novias fueron mi vida. Lo primero que pensé fue en suicidarme y como soy un hombre que no duda, decidí hacerlo. Tomé los pocos fósforos que quedaban y metí la cabeza dentro de la grasienta parrilla. El olor de tantas comidas compartidas con ella me abrumaba pero no me amedrente, encendí el primero de los cerillos. Fallé, termino apagándose en el trayecto. misma suerte corrieron otros dos, deberán entender que es muy difícil acertar fósforos en el pequeño agujero mientras uno tiene la cabeza dentro del horno. Intente con cuidado con el ultimo fósforo, tratando con la mayor precisión posible. Nada paso. El destino parecía quererme decir algo, hacerme un guiño, por lo tanto saque la cabeza de la cocina y fui a sentarme al balcón como un zombie mirando al infinito. Luego comprendí que el suicidio no es algo que se decide sino algo que se siente.
La tarde cayó y con ella llego la noche que me despertó de mi estado somnoliento. Estaba con la misma facha con la que me levante, me puse gel en el pelo y grasoso salí, sin rumbo fijo, a ver si podía despejarme. Al salir solo me llamo la atención el escote de la portera, cuyo uniforme parecía haber perdido un botón por obra y gracia de la física. Encendí mi primer cigarrillo del día contrariamente a lo que piensa la gente, en esos momentos, uno se olvida hasta de fumar. Caminé por Arribeños hasta que raudamente un japones se cruzo delante mio, haciendo ademanes y hablando en cocoliche. Sólo cuando me dio el folleto caí en cuenta de que me invitaba a pasar a un restaurante. Estaba envuelto en una sumisión tal que entré enseguida. Sin que yo dijera palabra el mozo trajo un plato de caracoles, asqueroso. De repente levante la cabeza y la ví, saliendo del restaurante con un fulano alto.
Mi esposa y el tipo subieron a un taxi, yo solo atiné a preguntar al mozo en que mesa habían estado. Me acerque a la misma , solo quedaban sobras y un llamativo recorte del diario Clarín, donde aparecían dos inmuebles en oferta. Le tiré cien mangos al ponja y salí disparando hacia el primero de ellos, ubicado en Córdoba y Esmeralda. Pare un taxi, tarde cuarenta minutos en llegar para encontrar solamente una oficina vacía, llena de banditas elásticas desparramadas por el piso. Por estos tiempos se dice que Clarín miente, yo no lo sé, pero esto seguro no tenía dos dormitorios como decía el aviso.
El otro inmueble estaba cerca, salí corriendo para allá. Me choque en una esquina con un tipo que venía prendiendo su habano. Mi cabeza hizo un click, los voy a prender fuego. Yo se que era exagerado pero estaba poseído. Compre un desodorante en el Kiosco y seguí camino.En algún punto sabía que iba a ser mi boleto al infierno, no me importaba más nada. Así entendí que el asesinato no se planifica, se siente.
Subí la escalera cuidadosamente y encontré la puerta entreabierta, como pasa en las novelas negras americanas. Sigilosamente ingresé a departamento y con la cobertura de una pared espié. La imagen me enfervorizo, estaban abriendo una sidra. Indignado, prendí el Zippo y con el desodorante en la otra mano me abalance sobre ellos. Se venía la llamarada justiciera. En el momento en que aparecí en escena, para mi pesar, lograron abrir la botella. El corcho me dió directamente en la sien.
Dos años en coma, uno de rehabilitación y diez años para volver a hablar y transmitir lo que pasó aquel día. Sin embargo, no soy el único que sufrió las consecuencias. Todo el tiempo en que estuve convaleciente ella no pudo obtener el divorcio, ya que yo no podía ni siquiera firmar. Yo en el hospital, ella sin poder hacer su vida nos quedamos pausados mas de una década. Ahí comprendì que el tiempo no se planifica, que la vida se va y que soy un jodido.

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