Revista Literatura

Entre bromas y cancamusas

Publicado el 26 octubre 2011 por Marga @MdCala

Con el consabido “sólo fue una broma” se disculpa Dani Martín, tras su simulada decapitación en El Hormiguero, aun cuando la mayoría pensamos que las explicaciones deberían provenir de Pablo Motos y los guionistas-responsables de la actuación.

 

Hace no mucho, hablaba yo en Twitter de la escasa gracia que tenían las bromas, en general, y algunas en particular. Y hoy aparece un ejemplo visual de lo más demostrativo de mi teoría, porque… ¿qué encontráis vosotros de divertido en la decapitación en directo -supuestamente- de una persona? ¿qué gracia tiene hacer pasar a publicidad entre gritos de “fuera, fuera”, lo que se presume una broma, para inquietar a gran parte del personal, niños incluidos? ¿subir la audiencia? Entonces ya no hablamos de un chiste, sino de una cancamusa en toda regla, para la consecución de un determinado propósito.

 

La semana pasada llamó a mi puerta una presunta agente de Gas Natural (Compañía de la cual soy cliente, pero no clienta), pidiendo mi última factura. A pesar de las dudas, al final se le enseñó el documento (algo que ya debería conocer ella, si es que pertenece a la empresa referida), y entonces se empeñó en rebajar un precio si estábamos conformes… pero nunca diciendo que -en realidad- su ínfima comisión (siempre habrá algún tontaco) la abonaba Iberdrola, y sólo en el caso de que consiguiera hacer cambiar a alguien de Compañía. Yo me preguntaba para mis adentros (antes de averiguar su cancamusa), por qué no hacía el descuento directamente, ya que creo que ningún cliente se quejaría por la única rebaja que pudiera celebrar hoy en día, en una factura. Y para rematar el show, nos dejó un tarjetón con su nombre y su teléfono donde ya indicaba claramente el nombre de su empresa real, esto es, Iberdrola. Sólo hizo falta decir que contrastaríamos su información, para no recibir más noticias de la agente…

 

Aun cuando a mí me hubiera convenido el cambio, jamás aceptaría formar parte de una engañifa tal. No me gusta que se trate a la gente -incluida una servidora- como idiota. Si eres de tal empresa, identifícate como empleado suyo y muestra tus credenciales. Después, tu oferta mejorada. Y ya decidiré yo (si eso), qué me conviene más. En cambio, si observo una mínima intención de engaño o camelo, no sólo no querré atenderte, sino que denunciaré tu actuación ante la empresa suplantada. Por lista.

 

El pasado año, por Navidad, otro amigo nos avisó de un supuesto incentivo económico que nos sería transferido de inmediato. Estábamos de vacaciones, y nada hubiera tenido de extraño que algún gasto extra se hubiera consumado. Por fortuna para todos, yo soy muy desconfiada, y no gasté un sólo céntimo de más, sin haber comprobado antes el ingreso… que jamás se produjo, claro está. El amigo olvidó aclarar (hasta la vuelta de las vacaciones navideñas) que había sido una broma. Una gracia que produjo muchas lágrimas y alguna discusión innecesaria.

 

Hace unos días, una editorial me ofrecía publicar mi segundo manuscrito con la condición sine qua non de mi previa compra de 250 ejemplares. ¡Toma ya! Primero escribo yo el libro y luego me lo compro. Básicamente, esto es la coedición, tan celebrada por algunos… Ni respuesta hubo a semejante propuesta cancamusil. En mi carta de solicitud de valoración, ya advierto claramente  que sólo me interesa la publicación sin costes y ninguna otra modalidad de edición más. Si finalmente resulta que tengo que encargarme yo de ello, ya lo haré… pero nadie más se lucrará con mi trabajo. El timo de la co-estampita, que le llaman…

 

No me gustan las bromas. No me gustan los engaños. No me gustan los chistosos profesionales o aficionados. No soporto a los bufones. Me irrita sobremanera ver cómo le divierte a alguien la contemplación de mi cara de tonta, tras su hazaña. Si la justificación a mi “malaje” es que no tengo sentido del humor (algo que no comparto en absoluto), pues no lo tendré.

 

Y es que, aunque a algunos les resulte chocante, existimos muchos andaluces serios, que no necesitamos hacer chiste de todo para caer bien, incluso de lo que merece duelo y respeto. Y yo sé lo que me digo.

Entre bromas y cancamusas.

 

¿Bromas? Sólo las que hagan reír a todo el mundo, sin ridiculizar ni atemorizar a nadie.

 

¿Cancamusas? Sólo las de Cruz y Raya.

 


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