Doy fe de la agresividad natural de estos pajarracos, me sucedió hace poco. Pasaba yo por una calle empedrada cerca de un taller mecánico. Sin mediar provocación, fui abordado por un par de estos plumíferos que intentaron perseguirme. En mis numerosos encontronazos con perros, nunca he sido tan amedrentado a pesar de que alguno me mordió el talón, y otro quiso pasarse de listo creyendo que iba a huir a toda pierna. Dicen los encantadores de perros que estos perciben si sentimos temor. De algo tenía que servirme esto de mi afición a la cinología, aunque seguramente el número de razas ya pasó de las 330 que era el último dato que recordaba. Seguro estoy que no existe especie animal sobre la faz de la Tierra con tantas variantes en cuanto a tamaño, color y forma. De un chihuahua de bolsillo a un gigantesco perro lobero irlandés. De un basset azul de Gascuña a un retriever de pelo rizado Chesapeake (créanme, existen los perros azules, y también los rojos, no solamente en un cuadro de Gauguin). De un adorable Westiea un horrible Xoloitzcuintle mexicano, a ver quién no puede aficionarse. Por supuesto, por solidaridad perruna odio a los gatos.
Perdonen que me haya desviado, me avergüenza confesar que huí casi despavorido del encontronazo con los gansos: no se crean, no fue por temor a sus aletazos y sus picos amenazantes. Simplemente no se puede soportar sus terribles graznidos. Conozco a gente que salta espantada o entra en pánico cuando ve a cualquier araña mediana. Yo acabo de descubrir que les tengo aversión a los gansos. Cualquier chillido agudo me pone los nervios de punta, incluyendo el grito histérico de algunos niños. Desesperante, como para tomarse de los cabellos. No hay mesura que valga en estas situaciones.
Por mí, que destinen a estos pajarracos del demonio a cualquier horno respetable; aderezados al vino, a la naranja, o a cualquier caldo que se le ocurra al chef. Para ser sinceros,no los soporto ni en paté o foie gras, aunque digan los franceses que es una delicatesen, como que se comen a los babosos caracoles los muy crudos. Scargots a la Perignon, o como se dirá gastronómicamente chic una vulgar receta de “patas de puerco en salsa de arándanos”, pregúntenle a Hitchcock, que él sabía muy bien cómo “ensalzar” la alta cocina francesa. Para los galos contemporáneos, cualquier bicho atizado al fuego no es ningún moco de pavo. No, definitivamente no.
Muy chic el título del post, ¿no?, disculpen la gratuidad y el mal gusto de evocar la belleza y tranquilidad de la medianoche. No es ninguna excusa poética. Sencillamente es la coincidencia del momento en que me quejo de estos emplumados. Tan simple como eso. ¿O será la traición de mi cerebro colonizado por algún título de cine que suene tan cool como “Midnight in Paris”? Pues bien, ahora mismo voy a escribir al Viceministerio de Descolonización, no vaya a ser que se me acuse de discriminación a los hermanos mayores de los patos. La cosa es seria, aunque no crean, en nuestro imperio plurinacional, “en primer lugar, están las mariposas, las hormigas, están las estrellas, nuestros cerros y en último lugar está el hombre”, y cuando lo dice el Canciller del Estado, hay que tener cuidado de dónde se está pisando. Aunque a la vuelta de la esquina, el compañero Evo insista en meterle tractor a la selva, por más que sea ilegal. ¿Parque nacional dijo?... que le metan nomás, ya legalizarán los abogados, que para eso han estudiado ¿o no?