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De la calle del Pez a la avenida Francisco de Miranda un mar océano entre dos orillas: aquí, de los pueblos sus entrañas, allá, las entrañas de mi pueblo. Clavada en este taburete a media tarde, se me rompe el corazón en dos pedazos: amarillo, azul y rojo y siete estrellas tiritan entre el bocata y una caña. ¿De qué sirve pensar en el dilema de la imposible ubicuidad que no poseo? Venezuela sembrada hasta en los huesos y tatuada en la carne toda España.
Escrito un bar de la Calle del Pez, Madrid, junio de 2005