Revista Literatura

ENTRE PARÉNTESIS (6) - "Sol y calavera" - Roberto Bolaño

Publicado el 01 enero 2011 por Javierserrano

El origen de lo narrado en el siguiente relato probablemente se halla en alguna observación realizada por el autor en un rutinario día de playa en Blanes. Lo interesante, al menos para mí, es como de un hecho aparentemente trivial Bolaño es capaz de extraerle toda la "sustancia". Hay otro relato suyo, "El peor verano de mi vida, la playa", que también habla del mismo hecho, añadiéndole algunos elementos más a la historia aquí planteada. "El peor verano..." describe cómo es la vida de un yonqui en proceso de desintoxicación y que baja todos los días a la playa.
"Sol y calavera" está extraído del libro de Bolaño, "Entre paréntesis" (Anagrama), de su página 145.
"SOL Y CALAVERA
El otro día estaba en la playa y creí ver un cadáver. Me hallaba sentado en uno de los bancos del Paseo Marítimo de Blanes quitándome la arena de los pies, esperando a que mi hijo se quitara la arena de los pies para marcharnos a casa, cuando creí ver un cadáver. Me levanté y miré con atención: una mujer ya muy mayor estaba debajo de una sombrilla leyendo un libro y junto a ella un hombre de su misma edad, tal vez con algunos años más, vestido con un traje de baño mínimo, se tostaba al sol. La cara del hombre era muy parecida a una calavera. Lo vi y me dije que ese hombre no iba a tardar en morir. Comprendí también que su mujer, esa vieja y apacible lectora, lo sabía. Ella estaba sentada en una silla plegable con respaldo de lona de color azul. Una silla pequeña pero cómoda. Él estaba estirado en la arena y sólo su cabeza quedaba bajo la sombrilla. En su cara creí ver una mueca de satisfacción o tal vez sólo estaba dormido mientras su mujer leía. Su cuerpo se veía muy bronceado. Esquelético, pero bronceado. Eran turistas del norte. Posiblemente alemanes o ingleses. Tal vez fueran holandeses o belgas. Eso realmente no importa. El rostro de él, a cada segundo que pasaba, se asemejaba más al de una calavera. Y sólo entonces me di cuenta de con qué avidez, con qué abandono, se exponía a la luz solar. No usaba crema protectora. Y sabía que se moría y tomaba el sol a la brava como quien se despide de alguien muy querido. El viejo turista se despedía del sol y de su propio cuerpo y de su vieja mujer que estaba a su lado. Era cosa de verlo y admirarlo. No era un cadáver el que se estaba tostando allí en la arena, sino un hombre. Y con qué valentía, con qué delicadeza."

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