No moriré sin probarte,
sin oler tu piel, sin sentirte.
No hay tiempo.
Nunca lo hay para las dudas.
Al fin lo supe.
Hace tiempo descubrí quién es
la que me mira
y se ríe tras el espejo.
"¿Recuerdas dónde empieza el camino
de losetas amarillas?", te pregunté.
"Entre tus piernas", contestaste.
Tenías razón. ¿A qué esperas?