-¿Cómo surgió la idea de publicar este libro?
Pues surge de la confluencia de, por un lado, dar salida a un volumen considerable de poemas inéditos escritos en muy diferentes momentos entre 2003 y 2013, y por otro lado, una vieja y romántica idea mía de dar vida a una supuesta tradición poética navarra que yo siempre me he negado a creer que no hubiera existido. Durante esos diez años ‒muy productivos‒ fui publicando varios poemarios, pero a la vez había una serie de poemas que iba escribiendo por otro lado y que veía que no tenían cabida en esos libros, que no pertenecían a esos libros, sino a una especie de vía alternativa de mi poesía que aún no sabía muy bien cuál era. Y me junté, al final de ese periodo, con unos cincuenta o sesenta poemas acabados y llegó un momento en que advertí que en esos poemas se distinguían o se daban diferentes voces mías, diferentes temáticas, diferentes miradas de poeta, diferentes formas de entender la poesía. Y se me ocurrió entonces reconducir todos esos poemas hacia esta idea de un libro de apócrifos (o heterónimos), idea que no es mía por supuesto, yo no la he inventado, sino que grandes maestros antes la habían utilizado ya, maestros como Machado, Pessoa o Borges.
-Háblame de cómo llegas a reeditarlo con la editorial navarra Pamiela, después de haberlo publicado hace siete años en una pequeña editorial de fuera.
Bueno, siempre pensé que Pamiela era el lugar idóneo para volverlo a publicar por muchos motivos. Y había contactado con el escritor Mikel Zuza, que le había gustado bastante la idea del libro, y él es un autor asiduo en esta editorial. Así que una cosa llevó a la otra, y el caso es que por fin se ha hecho justicia con este libroy ha quedado una edición espléndida acompañada de unas ilustraciones muy hermosas y con un prólogo muy inteligente y divertido escrito por el propio Zuza. Es un libro que trae una idea, rescata una idea que creo merece la pena: que es la poesía como algo antiguo, como una reserva cultural de la sociedad, algo que la velocidad de los tiempos y las máquinas no han podido avasallar aún.
-¿Cómo te has documentado, de dónde has rescatado a estos poetas?
El libro plantea una ficción, plantea un juego literario, se trata de una antología de antiguos poetas navarros apócrifa o falsa. Es un asalto, pues, a la poesía como género de ficción. Se mezclan un poco en este libro realidad y ficción. Para que nos entendamos, es un poco como en la serie televisiva Juego de Tronos, que a mí me gustó mucho, en la que se fundían realidad histórica y fantasía. Estos poetas que aparecen aquí no existieron, pero pudieron haber existido perfectamente.
-¿Cuántos poetas aparecen reflejados en este volumen, cuántos poemas de cada uno y cómo has hecho la selección?
La antología contiene poemas atribuidos a seis antiguos autores navarros, navarros por vida o por peripecia, desde un laureado poeta, recompensado con el honor o la gloria y que escribía poemas con mucha altura de vuelo, poemas de enjundia o más explosivos (Henrique de Ariztarai); u otro que escribía sus versos en su lengua vernácula, el eusquera antiguo del Roncal, la vieja y misteriosa lengua(Fermín Arrax); pasando por alguien que tuvo que exiliarse por misteriosos motivos que no se nos dicen, y cuyos poemas se adscriben claramente al género de la poesía épica o de combate (Xavier de Zuriquoain); o un rico hidalgo, un caballero, que nos ofrece poemas de corte casi aristocrático o de ideal caballeresco, poemas de hidalguía (Miguel de Unzit); o un poeta enamorado, muy enamorado, que nos entrega poemas de amor, pero no de un amor convencional, sino de un amor extraño, atípico(Vicente Racais de Yuso); hasta un judío navarro, un sefardí cuyos poemas contienen un fondo sagrado o casi religioso y trascendente (Inaxio de Huvilzieta). Apoyado todo ello por unas pequeñas, misteriosas y breves biografías tan precisas como falsas, para que el tono resulte así más creíble, más verosímil.
Cartel Presentación Feria del Libro Pamplona 2020 Urre Aroa, Seis poetas de Tierra Naba, de Alfredo Rodríguez-¿Se les ha hecho justicia a nuestros poetas antiguos; tu intención ha sido, precisamente, sacarlos del olvido?
Bueno, en esta tierra siempre hemos estado un poco huérfanos de grandes figuras de la poesía. Nos han faltado unos cuantos primeros espadas. Los poetas de aquí siempre hemos vivido un poco sin referentes propios, tratando siempre de buscar fuera nuestros maestros, nuestros referentes. Bueno, este libro juega un poco con eso, tratando de crear, de inventarse una tradición rica de antiguos poetas, una época mítica o de esplendor de la poesía, una edad de oro de la poesía navarra o hecha en Navarra.
-El título, 'Urre Aroa', 'La edad de oro', ya dice mucho...
Sí, los he situado entre finales del siglo XV y principios del XVI, en que Navarra debió ser durante unos treinta años ‒aunque en realidad ya lo era desde mucho antes‒ un territorio totalmente libre, encajado entre Francia, Castilla y Aragón. Yo esa época siempre la he imaginado, o la he querido imaginar, como una época de esplendor artístico. Así pues, este libro contiene o pretende una interpretación, entre real y mítica, de un momento de plenitud artística y cultural en nuestra historia. Si ocurrió con la Inglaterra isabelina de Shakespeare, o con el poeta chino Li Po para la Corte de la dinastía Tang, o con Rilke protegido por la nobleza del Imperio Austro-Húngaro, ¿por qué no había de ocurrir aquí, en el antiguo Reyno, algo parecido?
-Apúntame algunas características o aspectos que te parecen destacables de algunos de estos poetas.
Una de las cosas que propone este libro es querer fundir lo local con lo universal, sin caer en localismos, sino queriendo insertar nuestra cultura local o regional dentro de la Cultura universal, es decir tratando de universalizarla, mitificarla de algún modo. Estos viejos poetas que aparecen antologados en este libro yo los imagino aquí como hijos de una sociedad libre que hizo de la libertad, de la voluntad civilizadora y del amor por el Arte, la razón de su vida, la alegría de sus sueños. Nadie pudo impedir su genio, el desarrollo de su talento.
¿Tienes algún poeta predilecto entre estos que recoges en el libro? ¿Por qué?
Con quien me siento más cercano es con el poeta enamorado, Vicente Racais de Yuso, nacido en la Ultzama, y a quien le hago decir lo siguiente: “Un hombre ha de saber que la poesía es la vida”.
-¿Sientes que te une algo a ellos?
Lo que me une es el amor hacia la poesía en sí misma, la necesidad ineludible de escribirla, la vocación irremediable. Y, claro, el ser navarro de nacimiento, aunque mis padres vinieron aquí desde Extremadura hace casi sesenta años y trajeron su alegría y sus manos para seguir construyendo esta tierra. El libro está dedicado expresamente a ellos.
-¿A quién crees que se dirige este volumen en especial?
Bueno, la poesía más que un público determinado lo que tiene en realidad son lectores que suelen ser, a su vez, poetas o amantes de la poesía o gente relacionada de alguna manera concreta con ella. El poeta Juan Ramón Jiménez solía decir que escribía para una inmensa minoría. Eso me gusta. Aunque en realidad para justificar esta labor bastaría con la existencia de un único lector verdadero.
-¿En qué otros textos trabajas?
Tengo varias cosas al retortero. El largo confinamiento ha dado para mucho. He ido ultimando cosas. Un nuevo libro de poemas, Dragón custodiando el misterio, en el que llevo trabajando tres años. Otro más que surgió después de un reciente viaje casi iniciático al desierto de Las Bardenas. Y acaba de salir en estos días una antología total de la obra poética de José María Álvarez, Puertas de oro, en la editorial Ars Poetica (de Oviedo), un trabajo de años; y va a salir pronto otra de los poemas ibicencos de Antonio Colinas, titulada Los caminos de la isla, y otra más de Julio Martínez Mesanza, Jinetes de luz en la hora oscura. Además de un último libro de conversaciones con Álvarez, esta vez en Venecia, titulado Antesalas del olvido. Y un libro que recoge y reúne sus prosas dispersas: Tigres en el crepúsculo.
Entrevista para Diario de Noticias de Navarra,
Pamplona, 2 de octubre de 2020
Alfredo Rodríguez en París, septiembre 2018