Era alto y bien parecido; me llamó enseguida la atención el extraño fenómeno que le ocurría regularmente a su cabello: pasaba del negro más zaino a un parduzco insulso en pocas semanas y del pardo al negro en horas. Tras una encuesta efectuada al resto de los compañeros descarté cualquier origen mágico o somático en ese cambio de irisación capilar y me decanté por la procedencia química de ese prodigio.
Era muy comentada entre los clientes y empleados su posible tendencia sexual, tachándola de desviada, hecho que él acrecentaba pues en absoluto hacía intentos por afirmar su masculinidad, mas al contrario, por medio de grandes esparavanes y risotadas en falsete aumentaba su fama de sarasa.
Era tan inane como esos tapetes de ganchillo que se colocan en los brazos de los sillones, como una figura de Lladró o un bol de muesli.
Hizo la mili en el aire, voluntario por supuesto, pues le gustaba el uniforme azul y la gorrita de barco. Estuvo en Belmonte, Cuenca, en un casting de figurantes para El Cid y aunque no lo seleccionaron consiguió ver desde lejos a Charlton Heston y a Sofía Loren.
Aprobó para bedel del entonces Instituto Técnico, optando sin embargo por el puesto de gasolinero ya que lo consideraba más descansado.
Se carteaba con las artistas de la copla y de la revista punteras del momento, a las que solicitaba retratos firmados que coleccionaba con fruición.
Recuerdo la gran separación de sus incisivos superiores y como se rascaba la cabeza con rápidos golpecitos del dedo índice. Calzaba su cabeza con una gorra, creo que siempre la misma, de Michelín a la que levantaba la visera.
Las tardes de los domingos con turno llegaba armado de un tocadiscos portátil, al que llamaba un pick-up, con los discos metidos en álbumes, cientos de elepés y singles de folclóricas y folclóricos.
Era soltero, vivía con dos hermanas también solteras, la casa olía a rancio y a naftalina, los años de aprendiz le llevaba la cesta de navidad a su casa y me daba veinte duros de aguinaldo, el olor me estremecía.
Como dije, hacía el cierre del turno a mano pues según él, si le faltaba dinero haciéndolo con la calculadora ¿donde buscaba? y cuando nos pusieron un TPV lo vi una vez contestarle a la máquina de viva voz «Sí» ante un «si/no» aparecido en la pantalla.
Cierta vez me inquirió que era un jipi, pues me gustaba mucho el rock, mientras tarareaba el «Only you», se conoce que era la música más salvaje que conocía.
Ya está jubilado y gordísimo, anduvo por Madrid donde le trasladaron, sigue con la misma separación el los incisivos y rascándose la cabeza con ligeros toques de índice y por supuesto el cabello negro.