Revista Diario

Epitafio de una etapa concluida

Publicado el 29 julio 2010 por Julianotal @mundopario
Epitafio de una etapa concluida
Ante el sepulcro donde yacen los recuerdos, nuestros sueños compartidos y mi posterior desventura, ¡Te invoco, Niña Sol! Hace tiempo que cerré la puerta y huí cobardemente por una ventana que me conducía hacia un transito de senderos espinosos. Sé que siempre te resultará reprochable… Puedo cerrar los ojos y pensar tristemente como quemás mis memorias junto a ti alimentando una hoguera enorme. Es entendible que me odies porque yo también me odié. Odié esta forma de ser, tan obtuso y romántico que busca la felicidad en la tragedia. Conducirte hacia ahí hubiera sido un crimen. Porque conservas esa pureza, Niña Sol, esa dulzura incólume como la primera vez que te ví, con tu cabellera dorada, tu campera texana y un paraguas de colores. Siempre tuviste las cosas bien definidas, pensabas que era al revés, pero no, yo siempre construí castillos de arena que cualquier persona los podía arrasar. Sin embargo, contigo me sentía fuerte, optimista, realmente no era yo aunque me hubiese convertido en guardián de nuestro proyecto. Por años postergué mi melancolía. Esa melancolía de sentirme en ruinas, pasando revista a mis errores y pensando ¿ahora qué?
Por lo pronto, siempre que pienso en vos y miro las fotos deseo que seas feliz. Y lo serás porque las personas que tienen las cosas claras saben buscar y encontrar la felicidad. Desde luego, tus hijos ya no se llamarán Lucía Eva ni Juan Domingo Sandino como pretendía, aunque difícilmente hubiera sido así estando juntos porque siempre fuiste una bella gorila. Pero aunque te ponías furiosa cuando te llamaba así, no lo consideraba un defecto porque te esforzabas en comprenderme. En todo. Por eso siempre soportabas mis peroratas sobre Evita, Rosas, Perón, Nietzsche. ¿Por qué nunca me mandaste al carajo? Quizás las cosas hubieran sido distintas. Porque esta condición innata de loser que llevo en las entrañas se contradecía ante tanta tranquilidad adquirida. La calma breve siempre anuncia una tormenta. Uno se achancha. Los hombres luchan contra una eterna insatisfacción. No se conforman con lo perfectible, ni siquiera con un ser tan dulce y maravilloso como sos vos, Niña Sol. De vez en cuando se tienen que revolcar en el estiércol para sentirse sucios. Y yo lo hice solo, sin involucrarte porque hubiera sido un crimen contaminarte con mis miserias. Descubrí que es más peligroso para una pareja que uno sea un romántico sensible y trágico que un descarado Don Juan.
Algún día tendré la satisfacción de sentir haber hecho lo correcto, cuando te cruce abrazada y feliz con alguien que se precie. Compartiré esa alegría, surgirá en mí una sana envidia porque estoy condenado a ser cenizas. También se, Niña Sol, que tendré por casualidad en alguna clase algún alumno que sea tu hija o tu hijo. Lo reconoceré porque tendrán la profundidad de tu mirar, Niña Sol. Entonces ahí será el momento en que ceremonioso haga entrega de este humilde epitafio.

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