Empecé escribiéndote una carta que luego sin querer se convirtió en un encuentro de aquello que quería Ser.Empezó siendo una despedida y resultó ser un reencuentro conmigo misma.Empecé de noche y acabé de día, bien entrado el día, el amanecer vino cargado de risas, llantos, sudor y ese estado de excitación que me hace sudar y tener frío a la vez, qué tu conoces también de mí.Empecé sin saber cuando fue la primera vez que me fijé en ti, la primera vez que suspiré por ti y ya ves terminé no acordándome del sabor de tus besos.Terminé al igual que empecé con la misma sensación de rechazo, de abandono tal vez era aquella una herida del ADN, esas heridas no se borran, no, tenemos que aprender a convivir con ellas.Terminé acabándome el último sorbo de melancolía y empecé a entender que las quimeras solo son el arte para despertar de un sueño de verano.Terminé callándome el amor a lo desconocido, el amor al doble arcoíris y empecé habitando palabras que hicieran de anclaje de pensamientos nuevos.Terminé madurando y creciendo para entender que el futuro no se controla, que somos capaces de proyectar mucho más de lo que pensamos y empecé a soltar las redes escondidas durante tanto tiempo por si Odiseo volvía, pude comprobar que sin querer hacía como Penélope tejer de día y de noche deshacer para seguir a la espera de aquel sueño utópico.Empecé desde uno y no desde cero, esta vez sabía nadar y guardar la ropa, empecé desconfiada de mi habilidad comunicativa y terminé contándote un cuento a la luz de la luna.Empecé sonriendo y terminé a carcajada limpia para equilibrar el chakra del corazón.Empecé con miedo a tener miedo a deshacer lo tejido en mi corazón y terminé construyendo mandalas con flores y tizas de colores.
Empecé emborrachándome de tu olvido, de mi enfado y de tu silencio habitual y de esa manía tuya de sonreír con los ojos para terminar disfrutando de una buena taza de chocolate con jengibre para anclar mi corazón a la nueva vida decidida por mí.