Revista Diario

Equipaje

Publicado el 21 junio 2011 por Mixha
EquipajeUna vieja valija olvidada en mitad de la carretera podría ser una simple casualidad. Quizás alguien olvidó cerrar correctamente su maletera y resbaló sin que nadie se dé cuenta. Era grande y vieja, sentí una inmensa curiosidad por ver su contenido. Soslayé alrededor para percatarme que no hubiera nadie. Me agaché para verla mejor y percibí un hedor extraño desde adentro. Acaricié suavemente la piel que cubría la maleta ya rugosa por los años. Desabroché los cinturones y di un vistazo hacia su interior. Habían viejas fotografías que me recordaban a un pasado antiguo, un par de cartas y viejas ropas fuera de moda. Hacia el fondo yacía un viejo mandil que tenía las iniciales  A.B. Me quedé con gran curiosidad acerca del equipaje.   
Lo enmarqué de perfil, al darle vuelta noté que era lo mismo. Un acto arriesgado me empujó a sortear suerte sobre la búsqueda de una identidad. Pensé diversos nombres y posibilidades que designaran la propiedad de alguien. Casi en actitud contrita me sentí avergonzado sobre mi escudriño silencioso. Sin embargo, nadie estaba a lo largo de la carretera y tenía el lugar perfecto para cometer la fechoría de husmear dentro de la valija. No podía quitármela de la cabeza, me recordaba mucho a una que tenía mi abuela y que siempre me gustó. EquipajeMiles de pensamientos asomaron por mi cabeza, podría ser de quién sabe quién. El huroneo me llevó a sus máximos estertores. Concebir diversas posibilidades sobre la identidad del dueño de la maleta. Al borde del hartazgo y sin más deseo de seguir mi camino. De repente, atisbé un pequeño baúl color plata con bordes rojos. No obstante, decidí partir pero no recordaba hacia donde tenía que regresar. Sin más ni más, me hallé tratando de abrir dicho arcón. Después de darle un golpe a la cerradura esta se abrió. Un olor intolerable me rebasó como una cachetada hacia atrás. Era una frazada  de lana gruesa con símbolos indios. Quería jalarla pero me era imposible,  parecía estar atosigada dentro del baúl. Primero vi una especie de largos huesos medio quebrados similares a los ciervos. Había una mano que aún mantenía un denario muy similar al que me regaló mi madre. Con desesperación traté de hallar la identidad del dueño de la valija. Sentí un aire frío dentro de mi cuerpo y Volteé hacia la carretera y no vi mi auto.En ese instante, traté de recordar el nombre de mi hijo, mi madre y por último mi propio nombre. Estaba hasta el punto de la neurosis;  cuando por fin hallé una identificación en una vieja billetera. Era Andrés Bisso. Mi nombre.
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