y llovía en el alma.
Tenía el bolígrafo entre los dedos,
ya que intentaba escribir,pero nada salía de su corazón.
De pronto sus dedos se agitaron
inquietos,y apretando el bolígrafo
empezaron a escribir
lo que el alma le dictaba...
"...Quisiera ser el cáliz de tus sueños,
la brisa que te inspire los poemasla tierna melodía que te llene
y eleve su ternura a las estrellas..."
Fue un instante, tan solo,
unos segundos,y tras leer lo que había salido al cuaderno
añadió:
"...Pd. ¿Alguien acepta...?"
Rafael Sánchez Ortega ©
17/02/18