Foto Vicenzo Basile
Éramos felices. Éramos jóvenes y felices y nos amábamos. Con el amor de la gente joven, limpio y sin complicaciones, claro y físico; y luego vinistes tu, la niña de nustros ojos.
No había nada más que nosotros.
Y yo no sabía qué otra cosa hacer en la vida, salvo amaros a los dos. podía pasar por alto los coches, su parsimonia, nuestras diferencias. Se me había concedido el amor, Tove, no cabían dudas, ni esperas, pese que eso me decían todos, esperad, tomáoslo con calma, no os encerreis el uno en el otro, vivid antes la vida cada uno por su lado; pero yo estaba ya tras la pista de la vida, percibía su aroma en mi amor por ti, en mi amor por Janne y por nuestra existencia. Quería, ingenua de mi, tener más de lo mismo y crei que podría durar siempre. Porque ¿sabes qué Tove?, yo creía en el amor, y aún hoy creo, lo cual es un milagro. Pero entonces creía en el amor familiar, el amor de la caverna en la que nos damos calor mutuo porque somos seres humanos y estamos juntos...
Fragmento de Sacrificio de invierno
de Mons Kallentoft