Revista Literatura
Oh, mi amado Padre, eres mi Dios, por Tí sigo adelante.
Mi corazón tiene sed de Tí, mi alma tiene ansia de Tí.
Sin Tu Presencia, me siento dentro de mí, como tierra reseca, agostada y sin agua.
Cada día Te bendeciré y Te alabaré eternamente y para siempre.
En el lecho pienso en Tí, medito en Tí, en mi vida tengo necesidad de asirme sólo de Tí.
Oh, mi amado Padre, Tú eres mi Dios, cuan deliciosa es Tu Presencia aquí en el interior de mi corazón. Tu Amor es más dulce que la miel.
La Presencia de Tu Santo Espíritu ha penetrado, absorvido y disuelto a mi propio espíritu dándole a mi alma gozo, paz, alegría, fe, consuelo, confianza, fidelidad, esperanza, sencillez y humildad, vigorizando con Tu Amor la esencia de mi propio ser. (*)
(*) Extraido de la VVeD
Yo sé que nada malo puede pasarme en esta vida,
y si Tú lo permites, por muy malo que pueda parecerme,
por fe, creo que eso, es lo mejor para mí,
porque Tú eres mi Padre Celestial, mi Padre-Dios, y Dios del Amor,
así pues, ¿de qué he de temer?
Tu abandono a Mí, junto con tu arrepentimiento
es la única manera de que Yo, el Espíritu Santo,
pueda transfigurar tu mente,
para que tengas la mente de Cristo
y así conozcas Nuestra Voluntad.