Por Claudio Pelaez Sordo (Tremendo Explote)
“Pero que una televisora de servicio público promueva y propicie la difusión de productos anticulturales resulta inadmisible.” Así finaliza Pedro de la Hoz su comentario del jueves 9 de mayo bajo el título “Anestesia rosa” para referirse a las novelas sudcoreanas que a finales de febrero comenzaron a transmitirse en Canal Habana durante su horario habitual de telenovelas, de 10:00pm a 11:00 pm.
Primero corrió “La reina de las esposas” y al finalizar le siguió “Mi bella dama”, ambas de Corea del Sur. Al concluir esta última, a partir del lunes 6 de mayo comenzó a transmitirse la nueva novela brasileña Río del Destino. Es como si la tormenta hubiese pasado.
¿Pero podemos llamarle tormenta a las novelas sudcoreanas?
No voy a negar que al principio vi a muchas seguidoras del espacio novelero capitalino hacerle rechazo, pero mientras pasaban los capítulos algunas se iban convenciendo, sobre todo porque tenían la oportunidad de conocer otra cultura menos fogosa que la nuestra, y más sugerente que explícita frente a las cámaras.
También escuché algunas opiniones que preferían el ritmo latino de las novelas brasileñas. Pero me impresionó muchísimo ver la aceptación de un público adaptado a novelas latinas en televisión, aceptar otro producto sin mucha resistencia.
Y agradezco haber disfrutado de otro tipo de novela. El monopolio que han ejercido los culebrones brasileños en nuestras pantallas es extremadamente dañino. Al punto creo, de provocar en nuestra audiencia un rechazo en mayor medida hacia la novela cubana Santa María del Porvenir -que se pasa ahora por pantalla nacional lunes, miércoles y viernes- más allá de sus limitaciones evidentes de guión y actuación. ¿Habría que ver diez años atrás cuál hubiera sido la reacción ante Santa María del Porvenir?
Pero no critico férreamente las novelas brasileñas, entiéndase, pues hasta en esos “productos culturales enajenantes” se encuentran las críticas más duras al sistema. O alguien duda que Insensato Corazón se burla grandilocuentemente de la vida elitista, vanidosa, escandalosa y superficial de Río de Janeiro. Todo depende también de los referentes del sujeto. Un brasileño quizás lo vea como su máxima aspiración de vida. O quizás no. El error del dominador consiste en creer tenerlo todo bajo su poder, es en ese momento donde pasa a convertirse en dominado.
Es por ello que hablar de las novelas coreanas como “Pop adormecedor, machacón y baladí en la banda sonora. Actuaciones esquemáticas. Edulcorados primeros planos y close up. Cero erotismo, insulsos abrazos y apenas besos robados” hace preguntarme qué novela carece de esos ingredientes.
A mí me encantan las nalgas de Natali Portman cada vez que las luce y la cámara desesperada va tras ellas en Insensato Corazón. Pero no dejo de reconocer que nuestra mujer latina continúa condenada a ser vista como un objeto sexual y eso se contrapone a la política que defiende nuestro país. Y no me frustro por no tocar nunca unas como esas, me avergüenzo más bien porque detrás de esos planos provocadores hay resortes que se disparan.
Habría, antes de cuestionar las aeróticas novelas sudcoreanas, que preguntarse qué transmiten las novelas brasileñas. La interrogante es ¿cuáles son esos productos anticulturales, los que hicieron aparición espontánea o los que llevan años en nuestra pantalla? Conclusión, que si fuéramos a decantar nos quedaríamos solamente con nuestras novelas cubanas y sus constantes estereotipos hacia el negro, el homosexual, la mujer. Finalmente nos quedaríamos sin ese ritual latino: la novela.
Cada cual ve lo que quiere ver, o lo que su cultura le permite ver. Y es ahí donde la educación que seamos capaces de transmitir y recibir tiene su papel protagónico.
La mejor televisión es la que uno mismo se puede gestionar hoy día gracias a las nuevas tecnologías, pero antes debe existir esa formación que nos ayude a conformar una buena parrilla para nuestro puerto USB.
Lo inadmisible es que Canal Habana esté tratando de romper la hegemonía de ciertos productos anticulturales y se salga a decirle que en casa del trompo se baila lo que el trompo diga.
BOOM…
Archivado en: Cultura, De otros sitios, Opinión