Tras la entrevista en la primera de TVE al Presidente Rajoy, confieso que como a los caballos pregonaos me empezaron a bullir todos los gatos de la barriga. La insustancialidad en sus respuestas a las preguntas básicamente amables que le formularon, me retrotrajeron a tiempos cercanos que parecen ya muy pretéritos.
Las raíces del cinismo infame que nos asola La tragedia nacional del 11-M de 2.004 postró a España. Agentes patógenos, todavía por descubrir, pergeñaron un vuelco político, institucional y social cuyas enfermizas consecuencias nos consumen ahora.
La plaga de los siete años calamitosos de Zapatero fueron cultivando aquellos virus. Las irresponsables alegrías del ‘Chuflas de León’ con el dinero de todos, producto de nuestros impuestos y de la buena gestión económica y fiscal que le dejó su antecesor –innegable superávit público-, por muy ensoberbecidos y discutibles que fueran los últimos años de Aznar; acabaron en el petardazo que dio quedando como Cagancho en Almagro negándose a rematar la desastrosa faena de su segundo mandato, convocando elecciones anticipadas tras haber renunciado a sus convicciones ideológicas; si alguna vez las tuvo.
Las dudas ‘rajoyanas’
Pero ahora se imponen el presente y el futuro inmediatos. Como decía, escuchando a Rajoy se me vinieron de nuevo todos los demonios encima. Y aun conocidos, vuelven a machacarme las esperanzas que al albur de una supuesta sabiduría reciente por haber aprendido de los errores de estos meses cabrían albergar. El gallego no dejará nunca su plomífera personalidad de indefinición, mediocres anhelos de continuismo, falta de coraje anclada en que el que aguanta gana parapetado en la nomenclatura y la burocracia, y el más rancio partidismo conservador. Ni un atisbo de hablarle claro a los españoles ni de valentía para abordar el presente y el futuro, como debió hacer desde el principio. Ejemplos tenía muchos en la historia; dentro y fuera de España.
Aceptando que siempre hace lo que cree de verdad:
- ¿Creía antes que no era bueno subir los impuestos, o cree ahora que son la solución? Y no valen razones de desconocimiento de lo que había, pues entonces hablaríamos de ignorancia inconcebible, incompetencia o mentira. La indefinida temporalidad de las siempre negadas subidas de impuestos– promete que algo queda- es demagogia barata. Y lo de no atreverse a recortar de donde todos sabemos y a recaudar mejor– las AAPP en su conjunto, las instituciones políticas y la economía sumergida- diciendo que no tiene más remedio que sangrarnos a todos los demás, es la valentía del cobarde: respetar sólo a quien teme o desconoce, y machacar a quienes tiene por mansos; los propios silenciosos de Fraga.
- Siguiendo con la lógica anterior, cuando no hace lo indicado de ser más eficiente en el ahorro y en la recaudación, ¿es que no cree en ello? A esto se le podría llamar vagancia o incapacidad insuperable.
- ¿Pensaba en diciembre que no era bueno subir el IVA – brutal en un tramo muy sensible-, cuando las empresas y autónomos hacían sus previsiones anuales y podían presupuestarlo; y en junio cambió de convicción cuando estamos a mitad de partido? Esto sería, siendo piadosos, improvisación y ocurrencias – lo que siempre niega y achaca a otros- o impersonalidad escuchando a tirios y troyanos quedándose con el último que llega.
- ¿Tiene miedo calculado a hablar claro, o es la antiquísima forma de mentir callando o de no comprometerse personalmente a nada por temor miope al futuro propio o por ignorancia? Esto se llama indigencia personal, profesional o política.
- ¿Estará pensándose de verdad lo de pedir el imparable rescate estudiando sus condiciones, o estamos de nuevo ante otra dilación de lo urgente e importante para que pasen los intereses electorales gallegos y vascos, como ocurrió con lo de Andalucía? Esto sería de un indeseable partidista en lugar de lo que de verdad necesita España: un verdadero estadista.
El principio de la superación del virus
- Y lo más grave: ¿Ha tenido alguna vez alguna idea propia, o simplemente es un paniaguado que ha estado en el momento y lugar adecuados a la hora oportuna? Entonces más le valdría al centro derecha español buscar un nuevo líder por el bien de España, si es que de verdad les importa; y agotar el mandato quemándose en el empeño un político con mayúsculas, si quieren, también, tener futuro.
Y como buen palo muerto, ha originado notables ramas secas. Lo de Montoro y sus bandazos inverosímiles; Guindos y sus decretazos buscando un lugar al sol en Europa; el amiguete de Interior calibrando criminales etarras al peso; Gallardón de perfil, como acostumbra; Arias diciendo que lo del agua para después – a ver si llueve-; Soria defraudando expectativas de inversiones garantizadas en el BOE; Báñez envainándose la importantísima ley del emprendedor; etc. Es decir, ‘Marianitos’ con botas y chubasquero, gorrito de noche, pijama y orinal.
Sé que puedo parecer radicalizado, pero el momento español es excepcional, el futuro no espera, nos jugamos demasiado y sólo me tengo por uno de los muchos españoles ingenuos y esperanzados que pensábamos que Rajoy sería un buen gobernante. ¡Cuántas veces defendí que Rajoy había aprendido sabiamente que en España las elecciones no se ganan, sino que se pierden! De ahí que pensara como tantos que siendo un líder de la oposición blandito sería un magnífico Presidente del Gobierno. Ahora me mata la realidad. Pero sé que hay soluciones. La primera sería cambiar de caballo guía o pericón; éste padece infosura (cojera) irremediable. Ya no creo en curas milagrosas. ¡Ojalá! Y ¡ojo!, pronto en Europa – los de los cuartos- tampoco. (Ver lo ocurrido en Grecia e Italia)
Muchos amigos me dicen que escriba más del futuro que de las causas que nos han traído hasta aquí; seguramente con razón porque quieren creer en algo. Ahí tienen la primera piedra. Lo siento.