Hacía más de veinte años que Cataluña no veía una nevada como la que cayó el lunes ocho de marzo. En las comarcas gerundenses, la combinación de una atípica nieve húmeda y de un conocido viento provocó un proceso destructor: la nieve húmeda se adhirió sobre los cables eléctricos, el viento evaporó la parte líquida de la nieve y la transformó en hielo. Esta combinación hizo que la nieve se amontonase sobre los cables y los palos que los sostenían se cayeron por el peso. El resto fue miseria.
200.000 personas se quedaron sin electricidad, con las molestias que esto supone: sin luz, sin calefacción, privados de los servicios básicos, algunos sin poder cocinar, con las neveras y congeladores parados, comercios cerrados, cajeros sin funcionar, el transporte público sin funcionar...
Pero lo que faltó, sobre todo, fue información. El caos se extendió como un fantasma entre las casas apagadas. Los miembros del gobierno catalán se contradecían entre ellos y los directivos de Endesa no sabían qué decir. El consejero de Interior Joan Saura echaba la culpa a las previsiones meteorológicas, no sé por qué, ya que éstas acertaron en su pronóstico. Pero ya se sabe, hay que intentar siempre que la culpa sea de otro, y si además no se puede quejar, como el tiempo, pues todavía mejor.
Estamos hablando de la provincia de Gerona, una de las que goza con mejor calidad de vida en el Estado. La provincia de la Costa Brava, la del mar y montaña, al lado de Francia. Una provincia rica, moderna y preparada. O eso parecía.
En este país en el que todo está tan centralizado en Barcelona, la periferia siempre se ha quejado de falta de atención. Y aquí está el resultado. Desde que la situación ha empezado a volver a la normalidad (aunque aún hay muchas cosas para arreglar), van apareciendo datos y afirmaciones que aseguran que este desastre se podría haber evitado. Dos son los causantes de tal desorden: el Gobierno y Endesa.
El primero por falta de previsión, por incompetencia y por dejadez. Además, su gestión posterior ha sido nefasta y vergonzosa. Los consejeros echándose los platos a la cabeza y la oposición pidiendo dimisiones a cascoporro, en vez de intentar ayudar, informar y aportar sentido común. Este Gobierno se ha visto incapaz de gestionar dos emergencias gravísimas que han sufrido los extremos del territorio: el incendio del verano pasado en Horta de Sant Joan (Terra Alta, Tarragona) y esta nevada. No han sabido controlar ni el fuego ni el agua.
Hace cinco años que se lleva avisando tanto al Gobierno como a Endesa de la precariedad del tejido eléctrico gerundense. Esta empresa lleva bastante tiempo caldeando a los usuarios catalanes, como por ejemplo el apagón y el fallo en el suministro que hubo en Barcelona en el verano de 2007, o sea que hay ya un buen historial de odio hacia ella.
Hay que felicitar, eso sí, el enorme trabajo orquestado, con los limitados instrumentos de los que disponían, por los alcaldes de los municipios más afectados. Algunos de ellos en estado crítico y en los que tuvieron que abrir durante algunos días centros sociales para paliar las carencias de la población.
Los ayuntamientos han demostrado que la cercanía, el saber adaptarse a las situaciones y el contacto con sus vecinos puede ser mucho más útil que la altura de miras, las palabras vacuas y los hechos que no llevan a ningún sitio.