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Es fuego que nace en quien sabe esperar

Publicado el 28 mayo 2012 por Pnyxis @Pnyxis

Hch 2: 1-11 
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua. Estupefactos y admirados decían: "¿Es que no son galileos todos estos que están hablando? Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios".

Es fuego que nace en quien sabe esperar

"Pentecostés", El Greco


Querido lector, ayer viví la vigilia de Pentecostés, la fiesta más importante del año después de la Pascua y la Navidad. La verdad es que fue fantástica. Necesitaba vivirla con intensidad y las lecturas -como la que tienes arriba- y los cantos me ayudaron muchísimo. Cantos como el que viene a continuación. Siempre me pone los pelos de punta:
Himno de Pentecostés
Si sientes un soplo del cielo,
un viento que mueve las puertas,
escucha la voz que te llama, te invita a caminar lejos.
Es fuego que nace,
en quien sabe esperar,
en quien sabe nutrir
esperanzas de amor.
Eran pobres hombres
como tú, como yo,
habían echado las redes al lago,
recogido los impuestos
a la puerta de la ciudad. Que yo recuerde
entre ellos no había ningún doctor;
y aquel que llamaban Maestro
estaba muerto y sepultado.
Tenían un corazón como tú, como yo,
que una mano de hielo oprimía;
tenían los ojos llenos de lágrimas.
Pensaban sin duda en el amigo perdido;
en la mujer dejada en la puerta de la casa;
en la cruz levantada en la cima del monte.
Y el viento llamó a la puerta de la casa,
entró como un rayo en toda la estancia;
y tuvieron los ojos y el corazón llenos fuego,
salieron a la calle gritando de alegría. Hombre que esperas
escondido en las sombras,
la voz que canta es para ti;
te trae la alegría de una buena noticia:
¡El Reino de Dios ha llegado ya!

I love it.

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