Revista Literatura

Es tu culpa

Publicado el 26 diciembre 2011 por Gasolinero

Existen determinados asuntos para las que es necesaria fe. Pero no una de andar por casa, no. Ni una fe religiosa, muchas veces susceptible a la heterodoxia, el cisma o la herejía. Hay negocios para los que se necesita una fe ciega y por supuesto sectaria. Uno es el llamado «pensamiento positivo», otro son medicinas paranormales, o excesivamente naturales: curanderos, chamanes, espiritistas y homeópatas.

Curiosamente cuando uno se pone en manos de cualquiera de las dos «filosofías» citadas en el párrafo superior como medio de alcanzar una vida mejor, en el caso del pensamiento positivo, o librarse de terribles enfermedades, si los resultados no son los esperados la culpa es siempre del «paciente».

Si te han despedido, no tienes un euro, te quitan la casa, tu mujer te abandona y acabas viviendo bajo un puente, es culpa de tu actitud. La negatividad de tus pensamientos ha provocado la catástrofe. El despido es una oportunidad de mejorar (a pesar de tu edad y tus conocimientos); el resto de las tragedias no son tales, forman parte de la catarsis propiciatoria para lograr una vida mejor. Para conseguirlo es necesario no quejarse (como primera e importantísima premisa), alejar el pesimismo de ti (a pesar de que el puente tiene una gotera), visualizar el éxito y el dinero y sólo es cuestión de tiempo. Si una pareja de guindillas te echa de debajo de la puente es porque te has dejado vencer por el pesimismo. Ergo, la culpa es sólo tuya. En la prosaica Mancha tenemos un aserto que hace referencia al auto-lamido de las partes nobles, individualmente, por cada chucho.

Si comido por la más terrible de las enfermedades y desahuciado por la «medicina tradicional» te pones en manos de cualquier sanador, te dirá que lo tuyo no es tan grave. Que dándole en cada visita «la voluntad» y haciendo los gori goris que te mande, en unos meses estarás como una rosa. No para correr la maratón de Nueva York —te dirá tu gurú en un arrebato de sinceridad— pero para participar sin ningún género de dudas en la San Silvestre Vallecana. Quedando entre los quince primeros, además. Si ante la evolución lógica de tu mal, a los pocos meses acabas en una caja de pino, la eminencia de la nueva medicina le dirá a tus deudos que ha sido por tu falta de fe. Ergo, la culpa es tuya.

Una tragedia ocurrió en nuestra familia hace más de cincuenta años, cinco o seis antes de que un servidor naciese. El mayor de mis primos se ahogó en Ruidera haciendo buceo, se quedó encajado entre una rocas del fondo, que le impidieron el regreso a la superficie, falleciendo asfixiado. Para su rescate fue necesaria la intervención de los hombres rana de la guardia civil. El acontecimiento resulto terrible y especialmente luctuoso dada la juventud del muerto. Como consecuencia del accidente nunca fuimos de niños a bañarnos en esas lagunas.

A los pocos meses el segundo de los hermanos enfermó de leucemia. Aquello lo justificaba la gente por la impresión sufrida, ya que estaba muy unido al ahogado. Decían que se le volvía la sangre agua, como definición de la enfermedad. Mi tío, un recalcitrante republicano y descreído comecuras, cuando la medicina le dijo que el mozo no tenía solución se puso en manos de cualquier charlatán que le diese alguna esperanza de no tener que enterrar a otro hijo.

Llegó el hombre hasta a participar en sesiones de espiritismo, con la esperanza de encontrar en el más allá remedio a los males del enfermo. En una de aquellas reuniones y cuando estaban todos en trance, con las manos unidas sobre una mesa camilla y contactando con algún espíritu sanador, llamaron a la puerta de la calle. Creyendo que era la pestañí, abandonaron los oficiantes la unión mística con la cuarta dimensión huyendo despavoridos a refugiarse al gallinero.

—¡Os voy a matar a todos, hijos de puta! —dijo mi tío abandonando el lugar.

El joven falleció al día siguiente del magnicidio de Dallas, entre terribles sufrimientos. Todos los curanderos que los trataron justificaron el óbito por la escasa fe de mi pariente en sus poderes sanadores.

P. S.

Fe (reloed).

La B.S.O. completa


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