Es un decir de viaje por la Vera (Extremadura)
"Es un decir" es la nueva (no me gusta decir la última) novela de Jenn Diaz. Esa escritora que es tan joven, tan guapa, que tiene ese flequillo tan estupendo... en fin, ya comenté las razones por las que la odio cordialmente, no voy a volver a incidir mas en el asunto. Ahora en serio, he esperado "Es un decir" con ansia, como espero todo lo que ella escribe. Es la historia de Mariela, de su orfandad, de su soledad, de su familia. Comienza así "el día que cumplí once años mataron a mi padre". Si después de leer ese inicio no te quedas pegado al libro, no merece la pena que continuar leyendo esta reseña.
La soledad de esta niña, luego señorita (no diremos adolescente) es casi absoluta, y no sólo porque a su padre (ese "rojo de mierda") lo hayan matado al principio de la novela, sino porque su madre está muerta desde un primer momento. Muerta en vida, tal y como reconoce la propia Mariela, "quizás lo más duro de todo no fue quedar huerfana de padre, sino también de madre, estando ella de cuerpo presente, estando tan poco viva pero lo suficiente". Sólo la presencia de la abuela materna de esta niña, puede salvarla de su soledad, sin embargo en un determinado momento este personaje es apartado por la autora, quizás para hacer esa soledad infantil más infinita (si fuera posible). La abuela es el personaje que llena la necesidad de afecto de la niña, si quiera, temporalmente.
Jenn Díaz
La familia es otro de los temas que vertebra esta novela (breve), los silencios, las medias verdades que son mentiras, los secretos, las ausencias y el pasado que azota el presente y permite dibujar a los difuntos a nuestro gusto "los muertos son así, que uno puede moldearlos a su antojo y hacer de un padre poco comprometido el hombre más maravilloso del mundo".La postguerra española como telón de fondo, como chispa que desencadena la muerte del "rojo de mierda", la reincorporación al nuevo orden de todos, incluso de los que no estaban conforme con él y que miran con cierta envidia a los que desafortunadamente decidieron mantener sus convicciones "que no le habría costado nada subirse al carro, que nadie le hubiera señalado con el dedo, que no hemos sido pocos los que nos hemos subido al carro, claro que a algunos les ha costado más que a otros". Pero esta postguerra podría ser cualquier otra, porque si hay algo que caracteriza a las guerras es que siempre hay vencedores y vencidos y que alguien termina subiéndose al carro de otro para sobrevivir. No nos olvidemos que la supervivencia es la guía esencial de la conducta humana, tampoco parece que merezca un reproche la aceptación y adecuación al medio que nos toca vivir en cada instante.Los monólogos intimistas, desde dentro son los dueños absolutos de la novela, acercan la trama al lector que se ve inmerso en la tragedia de Mariela, que bastante tiene con lo suyo y es que lo suyo se complica a lo largo y ancho de "Es decir", pero no os voy a contar más porque creo que mejor lo leéis. La voz de Jenn se consolida, se afirma como una roca, pero yo no quiero que sólo sea roca, quiero que sea agua y fluya, quiero que sea más, cada vez más. Llamadme loca de los trapos (ya lo tengo asumido).Y así termina la reseña sobre la nueva novela de esta catalana, que más pronto que tarde debería ser nombrada hija adoptiva de Puebla de la Calzada (Badajoz) porque en cierta forma tanto Belfondo (su anterior novela), como "Es un decir" encuentran su acomodo en lo rural, en nuestras raíces. La editorial Lumen ha tenido un acierto al dar eco Jenn.