Así se ve el miedo, el temor a perder aquello conseguido, no con el beneplácito de los votantes, sino por la incomparecencia de unos y el deseo de otros de situarse cerca del poder como sea.
Si ahora se acusa a dos partidos contrarios de unirse en un pacto diabólico para conseguir que los sentados en el poder se fuesen, es porque éstos olvidan que se sentaron en ese poder gracias a uno de esos partidos diabólicos (cierto que no dijeron sí, pero se abstuvieron que al final es lo mismo).
La realidad es algo que los políticos pierden de su memoria como si una enfermedad amnésica invadiese el poder y a quienes lo sustentan.
¿Y qué medicina poderosa se les puede inyectar para que rápidamente recuperen esa realidad perdida? La mejor, la falta de votos es un tratamiento de choque efectivo, instantáneo y de efecto inmediato.