La tarde tomaba matices anaranjados, rosados, violetas, que entraban por la ventana y se reflejaban en el rostro de Fernando. La altitud de la ciudad y el viento frío que recorre las calles los primeros meses del año pusieron la temperatura en 18°C. Dentro del café el ambiente (23 ° C) invitaba a quedarse. Una música suave (baladas en inglés y español) se escuchaba a través de los cuatro altavoces distribuidos por el lugar.
-¡Aún no lo entiendo, te lo juro que no lo entiendo! ¡Me habló a la casa sólo para decirme eso! -decía dolorosamente Fernando, mientras movía la cabeza de un lado al otro, sentado ante la mesita colocada al pie de la ventana del Café Capri, frente a Juan, su compañero de universidad y amigo de la infancia, sujetando la taza del café con las dos manos, como queriendo evitar que se le escapara como se le escapó Ximena, al otro lado del teléfono, una semana atrás.
El teléfono timbró por cuarta ocasión y Fernando, oprimiendo la tecla responder del aparato inalámbrico, dijo con voz apurada "Hola". "Hola" repitió una voz suave en el auricular y él supo entonces que era Ximena quien llamaba. En su rostro se dibujó una sonrisa tierna, la misma sonrisa que se poza en su semblante cada vez que ella le llama, desde cualquier lugar, a veces, inclusive, sólo para que él sonría, ella lo sabe, lo ve, como lo vio aquella noche de Quito en que se besaron y descubrieron el amor.
-¿Cómo estás? ¡Qué has hecho hoy? Yo quería hablarte desde ayer, pero... no sabía bien cómo hablarte, digo... las palabras, las frases que te digan lo que pasa conmigo..., contigo..., digo, con los dos.
Fernando se quedó en silencio y trocó su sonrisa en mueca de temor, de angustia, como presintiendo lo que se venía, pero sin tener ni una remota idea de lo que estaba a punto de escuchar y sentir.
-No sé cómo explicártelo, sólo sé que algo dentro de mí, que tiene que ver contigo, se rompió. Lo comprendí apenas hace tres días, después de despedirnos en la estación del metro. Te vi cuando el tren comenzó a avanzar y no sentí la necesidad de ir tras de ti y abrazarte, sólo te vi alejarte, como quien se ha despedido de un buen amigo al que volverá a ver pronto.
Fernando continuaba de pie, sin decir una palabra, era casi una estatua, un maniquí con un teléfono en la mano a la altura de la oreja. Un temblor, leve pero nervioso, que comenzó en su vientre se fue apoderando de sus piernas, luego las rodillas, los brazos y hasta su quijada. Intentaba hablar pero los pensamientos se revolvían en su cabeza. Luego de una lucha con sus sentimientos y el alto estado de nerviosismo que lo envolvía pudo decir atropelladamente:
-No te entiendo. ¿Qué fue lo que pasó...? ¿Qué fue lo que se rompió...? ¿Por qué no vienes a casa? Podemos conversar y arreglarlo, siempre hemos podido hacerlo, ¡ven por favor!
-Esta vez no, -dijo Ximena con un resquebrajamiento en la voz-, esta vez no hay arreglo posible. No se puede arreglar algo que está muerto. Créeme que me siento mal de hablarte de esto por teléfono. Soy cobarde, lo admito, siempre lo he sido, todas las veces que he intentado hablarte seriamente lo he hecho por teléfono, tú lo sabes. Soy cobarde, tan cobarde que siempre esperé que dieras el primer paso; nuestro primer beso lo buscaste solamente tú, yo siempre fingí ir delante de ti, mas nunca fue cierto, tú lo hiciste posible siempre, todo; y hoy..., apenas es la primera ocasión en la que tomo la iniciativa, ¿y para qué?, para acabar con lo que construiste.
-Te hago daño, te hago mucho daño, por eso es que lo nuestro debe terminar. Tal vez, luego de un tiempo, si volvemos a encontrarnos, hasta podamos ser amigos, ¡creo que sí!, pero ahora debemos alejarnos.
Fernando se desplomó sobre el sofá a sus espaldas. Sintió un golpe frontal, como un recto de derecha, sobre su rostro, dado con un guante de hielo. Estaba confundido, aturdido. No lograba articular palabra. Los brazos y las piernas no le respondían. Su corazón le hizo un nudo en la garganta y al instante las lágrimas inundaron su rostro.
-No me odies por favor. Espero que luego de analizarlo, mañana, el jueves, dentro de una semana... estés bien. Ahora debo colgar, por el altoparlante acaban de anunciar la salida de mi autobús. Hasta... siempre
Una lágrima rodó por el rostro de Fernando y se depositó en la tasa de café. Su mirada se perdió en el azul-violeta de la tarde, que se obscurecía gradualmente, como toda su vida.
El destino, a veces cruel, disparó el tiro de gracia sobre Fernando. Una balada acústica, acompañada solitariamente por un piano, le hizo revivir su historia, una vez más, cuando la voz nasal de David Summers, vocalista de la banda española Hombres G, comenzó a cantar: "Temblando, con los ojos cerrados...", la misma canción que Juan y Fernando interpretaran en un festival colegial pocos años atrás.
Hombres G es el nombre de la banda integrada por David Summers Rodríguez (voz y bajo), Rafael Gutiérrez Muñoz (guitarra), Daniel Mezquita Hardy (guitarra y teclados) y Javier Molina Burgos (batería), que vieron la luz de la escena musical madrileña a inicios de 1983, con el nombre de Los Bonitos Retford, en el mítico local Rock Ola, de Madrid. En abril de ese año firman con Lollipop para grabar sus primeros cuatro sencillos, ya con el nombre de Hombres G: Milagro en el Congo y Venezia, lanzados en junio y: Marta tiene un marcapasos y La Cagaste Burt Lancaster, en septiembre
En 1984, durante el verano, la agrupación presenta un pequeño concierto, a modo de despedida, ya que su disquera había dejado de promocionarlos y estaba a punto de desaparecer. Es en esa presentación que Carlos martin, productor musical y propietario del recién fundado sello Producciones Twins, los conoce y queda fascinado con el sonido de la banda y su estilo juvenil y desenfadado de hacer canciones, por lo que decide ofrecerles un contrato.
En 1985 Hombres G graba su primer disco LP, titulado Hombres G. Fue un total éxito desde su lanzamiento en marzo; en poco más de un mes logró vender 100.000 copias, de un total de más de 400.000, en España, durante ese año. De este disco se promocionaron tres canciones: Venecia, Dejad que las chicas se acerquen a mí y, la canción más famosa de toda la historia de la banda, Devuélveme a mi chica, también llamada por sus seguidores como Sufre Mamón.
El éxito alcanzado con este primer disco disparó a Hombres G al estrellato. Durante 1985 ofrecieron 90 conciertos en su gira por toda España, además de innumerables presentaciones en programas de radio y televisión y entrevistas para medios escritos.
Latinoamérica completa conoce a Hombres G por el álbum Un par de palabras, producido en México en 1987, un consolidado de sus dos primeras producciones, con el que vendió más de 1.000.000 de copias en todo el continente y se consolida como la banda juvenil del momento.
Paralelo al lanzamiento de éste álbum aparecía en las salas de cine la película Sufre Mamón ( Devuélveme a mi chica, en Latinoamérica), filme autobiográfico de la banda, que causó furor entre sus fans tanto en España como en el continente americano. Fue tal el furor que en algunas salas mexicanas aparecía un cartel que decía "Se prohíbe ponerse a bailar".
El cuarto disco de Hombres G Agitar antes de usar, fue lanzado en 1988, en el que se incluyeron canciones como: Si no te tengo a ti, Viernes, Nassau y Suéltate el pelo, estas dos últimas formaron parte de la banda sonora de su segunda película Suéltate el pelo, que también atrapó en las salas de cine a sus seguidores.
El siguiente álbum de hombres G se llamó Voy a pasármelo bien (1989) comienza a marcar un cambio en la tónica musical y lírica de la banda, incluyendo canciones con letras más adultas que reflejan la forma de pensar de sus integrantes en ese momento. Las dos canciones más aclamadas de esta producción fueron: Chico tienes que cuidarte y Voy a pasármelo bien, que le da nombre al disco.
Dos discos más fueron grabados por la banda antes de su separación en 1992. El primero Ésta es tu vida (1990), considerado la mejor producción de su carrera, pero que obtuvo una baja considerable en ventas, dado que seguía la línea lírica de su anterior álbum. El segundo Historia del Bikini (1992) que apenas logró vender una cifra cercana a las 100.000 copias.
La separación de la banda se da por varios motivos, uno de ellos, el que deseaban descansar después de varios años de trabajo intenso que fue generando desgaste y cansancio en sus integrantes, lo que se notó no sólo en las letras y música de las canciones del último disco, sino también en el ánimo general durante sus presentaciones.
Durante los siguientes diez años los integrantes de Hombres G se mantuvieron ligados a la música, aunque de forma menos notoria, a excepción de David, quien grabó cuatro discos en solitario, con los que realizó giras por España y Latinoamérica.
En marzo de 2001 Daniel, quien vivía en México y fungía como Director de Mercadotecnia de DRO East, filial de Warner Music, reúne a sus antiguos compañeros para contarles que pese al tiempo transcurrido desde su separación los discos de la banda seguían vendiéndose en Latinoamérica y que el regreso estaba asegurado. Al principio las conversaciones iban del entusiasmo al temor. Decidieron emprender el retorno y el éxito los acompañó desde el principio, llegando a presentarse en el Auditorio Nacional de México en cuatro ocasiones consecutivas con lleno total.
El furor provocado por Hombres G, desde sus inicios, le ha otorgado ser llamado Los Beatles Hispanos, pues ninguna banda española de Pop-Rock ha logrado captar de tal manera al público hispanohablante, llegando a vender más de 21.000.000 de copias de sus discos durante su carrera.
No hay que buscar mucho en nuestros recuerdos para que Hombres G aparezca, basta con recordar alguna fiesta de cumpleaños en nuestra casa, una boda, una tarde divertida con amigos, y cualquiera de sus canciones está presente. Aunque las más de las veces saltan a nuestra memoria sus canciones más alocadas, a mí de vez en cuando me sorprende descubrirme cantando (bajito para que los demás no me vean como a un loco) Temblando, esa triste, y a la vez hermosa, balada acústica.