—¿Qué? No lo creo.
—Es sencillísimo.
—¿Sí?
—Ni lo imaginas. Lo hemos tenido siempre delante de nuestras narices.
—Estoy harto de vivir en este sitio. A ver, dime cómo salir.
—Fácil. Toma. Cómete esto.
—¿Una simple manzana? Eva, ¿te estás quedando conmigo?