“Prisionero de su esfera. Aquí permanecerá todo aquel que ose desobedecer la divina ley de nuestro amado rey”
Rezaba así el cartel en la base de la enorme grúa. En las alturas colgaba una gran bola de hierros entrelazados y dentro de esta, un hombre, colgado y atado de pies y manos, que días antes representaba una función subversiva. Sin miramientos lo arrastraron por la ciudad y lo encerraron allí hasta que muriera. La multitud se agolpaba para ver el fin del que días atrás despertó tanta admiración. De repente un niño grito: “¡Houdinni no esta!”
Así era. El gran mago había escapado.