escribir

Desde que he salido de la clínica no he parado de escribir. Cuando me ordenaron reposo, al principio me asusté, no porque no pueda hacer ejercicio (algo que ya establecimos anteriormente) si no porque tengo que estar sentado más de lo que me gusta, intentar salir poco en invierno, ya que los trancazos y gripes son algo bastante peligroso para mi condición, y porque, ¡qué cojones!, tampoco tengo demasiado interés en pasarme el día encerrado en casa con mis padres y el perro, por mucho que los quiera.
Pero, escribir. Escribir me ha dado algo que creía que no iba a conseguir tan pronto: la posibilidad de procesar realmente lo que me está pasando. No sólo como algo que me dice un médico y luego leo en la Wikipedia para enterarme bien, sino como algo real, algo que afecta a mi organismo y que es el causante de mi cansacio, de mi malestar en algunos momentos del día, de tener que ir abrigado hasta cuando tenemos la calefacción puesta, y de tener que comer con poca sal.
Escribir me está dando la posibilidad de admitir lo que tengo, no ante los demás, sino ante mí mismo.