Si estáis leyendo estas letras es que mis sospechas eran ciertas y no fruto de mi imaginación o de falsas supersticiones.
Todo empezó cuando por fin me decidí a publicar un libro. Desde que tengo uso de razón es un sueño que siempre pensé que conseguiría. La oportunidad vino de la mano de un amigo de la familia. Acababa de fundar una editorial y querían apostar por autores noveles. No me pude negar a colaborar en lo que hace años es mi pasión: Escribir. En mi primera experiencia como escritora me decanté por hacer una novela inspirada en la vasta historia de mi familia de alto abolengo. La mañana de la publicación me desperté con la noticia de que mi abuela había fallecido. Realmente no era algo extraordinario, ya que mi abuela tenía 90 años y sufría del corazón. Mi alegría de ser publicada se vio nublada ante tal acontecimiento, como podréis suponer.
De vuelta a la rutina intenté evadirme de mis pensamientos. Me centré en que mis escritos viesen la luz. Esta vez quería hacer algo más liviano escribiendo un cuento donde los animales eran los personajes principales de la obra. Esperaba con ansias la publicación, pero esta también se vio empañada por otra desgracia. Esta vez fue mi gata Luna la que había sido encontrada en el jardín de casa sin vida. La pobre tenía la costumbre de “tomar” cosas prestadas al vecino y ya había avisado que si volvía se encontraría con una sorpresa.
Me encontraba realmente triste y mi único consuelo es la escritura. Todo mi tiempo lo dedicaba a idear textos en los que compartir un trocito de mí. Me puse manos a la obra redactando una historia de fantasía, como cuando era niña con mis amigas de juegos. Me pasé meses recordando y trasladando al papel historias de dragones y princesas. La mañana de su publicación me sorprendió con la noticia de que mi mejor amiga había desaparecido de nuestras vidas esta vez de manera improvista. Sus últimas palabras fueron que estaba cansada, volando el hálito de su alma.
Estaba sumida en un dolor tan profundo, que pensé que podría utilizar todo ese desgarro en otro de mis libros haciendo una novela de desamor. Mis ideas fluían de tal modo que el dolor se convertía en gozo. Mi insomnio ya era algo común por lo que pasaba las madrugada escribiendo. Al rayar la luz del alba por la ventana me iba contenta a la cama. Me sentía liberada y satisfecha. Tormentosamente otra funesta noticia me oscureció la publicación. Esta vez se trataba de mi pareja que con tanto mimo me despedía cada noche dejándome para irse a dormir, a sabiendas de lo mucho que disfrutaba en mis noches dedicadas a escribir.
Una losa se incrustó en mi pecho que me impedía respirar y mil ideas se agolpaban en mi mente. Como un rompecabezas se fue ordenando en mi juicio algo que parecía ser totalmente ilógico. ¿Cómo era posible que cada libro se cobrara la vida de un ser querido? Hace mucho tiempo que descubrí que escribir es mi vida y que sin ello carece de sentido por lo que esta madrugada escribí la que puede que sea mi última obra donde hablo sólo y exclusivamente de mí. Quisiera que se publicara como el resto, aunque sea de manera póstuma. Si mi existencia termina por dicha causa, no me importa. Mi obra será eterna y pasará en la biblioteca familiar de generación en generación. Por lo que yo también lo seré. En caso de que ocurra tal desenlace fatídico al ir como cada mañana a despertarme la ama de llaves no encontrará mi cuerpo dormido en mi cama, si no en el letargo infinito sentada en mi escritorio y con esta carta pidiendo que mis cuerpo inerte sea conducido junto con el de mi esposo.
Siempre vuestra:
Clara