Revista Diario

Escribir mientras llueve

Publicado el 07 noviembre 2011 por Quique
Alaska, 7 de noviembre de 2011,
Melancolía, de Lars Von Trier. No sé si me gusta. Me pasa con algunas pelis, pocas, porque en el cine soy  de blancos y negros. Esta no. Esta me aburre a ratos y a ratos me hipnotiza. Con momentos tramposos, muy Trier, y otros sobrecogedores. Larga hasta cansar, aunque hay escenas que ojalá no se acabaran nunca. Osea que me gusta, porque  me gusta que me zarandeen. En el cine, digo. Y me disgusta. No puedo explicar mucho más. La peli de Trier tiene más de cómo que de qué.
Para mí el arte tiene que (tiene que... tiene que...¿no encuentras nada mejor?, el arte no tiene que nada) zarandear, conmover, remover. Emocionar. Algo. Nada que ver con provocar, ¿eh?. No, no, no se confundan. Huyo del arte provocador como del arte comprometido. No hay nada más fácil y más hueco que pretender provocar al personal, como objetivo, (los artistas provocadores me provocan un soberano aburrimiento), y nada menos comprometido que el arte comprometido. Eso de jugar con las cartas marcadas por un tema "social" y pretender que el  público esté ganado (vacuno) antes de empezar. No, no. A mí que me zarandeen, o que me despierten, o que me hagan decir, desde el primer plano, o el tercero, tampoco nos vamos a poner estupendos: humm, esto me interesa, humm. a lo mejor no sé de qué coño está hablando, pero me interesa. El compromiso o la provocación, por lo demás tan sobrevalorados, ya los pongo yo, si em ve de gust. Creo que Los Sánchez llevamos buscando, hace cuatro obras, emocionar. Que lo consigamos o no ya es otra cosa, pero nuestro afán está puesto en eso. Hablemos de lo que hablemos.
***Todavía hay educadores sociales que dicen que el tema de las redes sociales no les interesa. El 2.0. Todo eso. No me sorprende, esta profesión siempre ha tenido grandes contradicciones. Presume de moderna, pero a veces huele a rancia. Se cree más respetuosa que nadie, pero se muestra a menudo más prejuiciosa que ninguno. Hablo de los profesionales, claro. Eso de "esta profesión" no es más que un eufemismo. Hablo de mí, por supuesto. ¿Cómo no le van a interesar a un educador social (¡educador social!, si es que tu nombre ya es pretencioso, no me digas) las redes sociales? Y lo dice gente que habla de trabajo comunitario, trabajo en red, etc. sin despeinarse. Oiga, entérese, ¡hombre!, aunque sea para criticarlas. En fin.Yo, que tengo una pata en el siglo XX, que soy prehistórico (pleistocénico total, ya te digo: escribiste tu memoria de final de curso en una máquina eléctrica que te parecía la leche. ), he probado las maravillas de la tecnología esta semana, conversando por Skype con los estudiantes de educación social de la Universidad de Santiago de Compostela. Cortesía del profe Pablo Meira. Gracias maestro, a usted y a sus alumnos que han estado fantásticos.
¿Como no voy a ser un entusiasta de la cosa?Lo digo y repito como un mantra (nada original, por otra parte, chaval): la comunicación es el gran tema de la educación social y su gran asignatura pendiente. Antes fallaban la tecnología y las oportunidades, ahora fallan las voluntades. Pero vamos por el buen camino (¿has dicho buen? Borra, ¡borra eso estúpido!. estás entre educadores, así que trata de evitar el buenismo, carallot!).  Vamos por el camino (eso está mejor), digo, por el camino del conocimiento, ese tan difícil y tan lleno de equivocaciones.***Gira del Alaska 2099:17 de noviembre, Auditori de Benicarló.2 de diciembre, Sala Almazen, Barcelona
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Crítica en el blog de Manuela's Secret
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