Cuando se suceden los días hasta alcanzar y superar los meses, en que te cuestionas lo más básico de tu existencia, y te preguntas cómo puede cambiar tanto una persona hasta dejar de reconocerla, y permitir que la frivolidad reine e impere sobre lo importante… es mejor no escribir. Sientes tanto y tan difícil que esa parte de razón que se sobrepone a cada pesadilla, se alza coherente y te sella los labios. Y los dedos. Y, por desgracia, también el corazón…
Por eso mismo que no puedo ni debo escribir sobre lo que me ronda el pensamiento, dejo que las letras descansen mientras amaina el temporal -si es que hay suerte-, y os pongo al día sobre el manuscrito titulado con una sola palabra que es lo que considero mi mejor trabajo hasta la fecha.
Una sola palabra plural que engloba una historia de la que no puedo comentar demasiado, porque una vez registrada y a la espera del tiempo requerido, será enviada a un concurso literario de esos que son lo suficientemente importantes como para no quedarse en mera antología de vanidades, y lo suficientemente humildes como para no necesitar a un personaje popular como reclamo de ventas. Una historia de 347 páginas que encierra en su interior un doble juego, un doble sentido y más de una sorpresa. Vueltas de tuerca, romance, intriga, catástrofe, sexo, reencuentro, ciencia-ficción, ejemplo, heroicidad, pasión y más… Lo que se dice toda una historia.
Y mientras sigue lloviendo olvido, me dejo ver por aquí. Porque aunque no quiera escribir, existo.