Desde que empecé a publicar las ideas no dejaban de fluir; estaba con una novela y tomaba notas para otras, cuanto más escribía más ideas surgían, y eso me proporcionaba una cierta tranquilidad porque la fuente seguía manando y siempre tendría una historia que contar.
Nunca me paralicé ante una página en blanco porque tenía un truco para seguir siempre adelante, y cuanto más escribía, más fácil me resultaba.
Y de pronto... La crisis de los siete años. Como en los matrimonios, según dicen.
Lo de la editorial puede ser atractivo, pero también lento; lo primordial para mí es tener una buena distribución y que mi trabajo me dé algún beneficio porque vivo de esto y tengo que pagar facturas, y parece que ahora pocas editoriales garantizan eso. No me interesan las pseudoeditoriales-imprenta que pretenden que sea yo quien les pague.
Mientras decido qué hacer empiezo otra novela, ¿otra?, empiezo TRES. Y esto es debido a que ninguna acaba de atraparme del todo. Pánico. ¿Dónde está aquella habilidad mía para escribir la primera línea y que toda la historia fluya como por arte de magia? ¿Por qué de repente pienso que lo que quiero contar no va a interesar a nadie?
Estoy en crisis.
Hablo con un amigo escritor y me dice que eso nos pasa a todos, ¡suerte he tenido de no haberlo sufrido antes! Me asegura que es temporal, un día de repente surgirá la chispa y la pesadilla habrá terminado; me aconseja que me relaje, que no me obsesione, que me distraiga, que dedique tiempo a leer y a seguir formándome, pero también que no deje de escribir ni un solo día; no importa que lo que escriba me parezca bueno o malo, no tiene por qué leerlo nadie, pero no hay que rendirse, no hay que perder el hábito, y en el momento menos pensado prenderá la chispa.
Quiero creer a mi amigo, y comparto sus consejos porque pienso que pueden ser útiles a otros escritores que se encuentren en la misma situación que yo.
Espero poder contaros pronto que estoy inmersa en una nueva historia y disfrutando de la dicha de crear mundos y personajes.