Este caso muestra claramente la diferencia fundamental entre la verdad y los "hechos". Podemos imaginar al personal del hospital preocupado por sus cuarenta y cinco kilos, evaluando sus posibles riesgos en términos de una gráfica que establecía el peso normal para una mujer joven de su edad. Pero esta atención a la norma habría descuidado lo que significa el número cuarenta y cinco para ella, un detalle que, como muestra Volkan, sólo emergió a través del diálogo. Es importante reconocer esto en una época en que hablar es progresivamente devaluado en favor de una visión de la vida humana en la cual el destino es reducido a parámetros de la biología. Y hablar, a diferencia de tomar drogas, requiere de una escucha -alguien a quien la persona deprimida pueda dirigirse-. Si comunicar lo imposible es tan central para la experiencia del melancólico, debe haber alguien para recibir la comunicación, para ayudarle en su ardua tarea de encontrar un nuevo camino para hablar acerca de ese hueco.El duelo, como hemos visto, también requiere de otras personas, quienes quizá ayuden a la persona en duelo a simbolizar e incluso acceder a su propia respuesta a la pérdida. El diálogo de duelos puede significar la diferencia entre comenzar el proceso de duelo y un estado de inercia en el cual la vida parece no tener nada que ofrecer y donde nada cambia. En palabras de Keats, la persona en duelo debe buscar "un compañero en los misterios de la tristeza". Y aquí es donde las artes se vuelven esenciales para las sociedades humanas. Las obras de arte, después de todo, comparten algo muy especial: han sido hechas, y usualmente creadas, a partir de una experiencia de pérdida o catástrofe. Nuestra mera exposición ante este proceso puede alentarnos, a su vez, a crear, desde llevar un diario a escribir ficción o poesía o poner el pincel en el lienzo. O simplemente a hablar y pensar.
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La moda negraDuelo, melancolía y depresión Darian Leader (Alameda County, California -Estados Unidos-, 1965)
Escrito por un psicoanalista, este libro no es apto para los que detesten el psicoanálisis, que haberlos, haylos. Pero centra su interés en la meditada, clara y quirúrgica tarea de definir los conceptos de depresión y (frente a, diferente a) duelo. Y, en el camino, Leader critica la simplificación generalizada que se ha impuesto en nuestro mundo occidental, bendecida por una muy rentable e interesada industria farmacéutica, que sin interés ninguno en matizar las diferencias entre depresión, melancolía y duelo, favorece el diagnóstico y tratamiento bajo el único epígrafe de depresión. Al leer el libro, uno desarrolla esa forma de mirar y escuchar crítica que nos permite descubrir conversaciones entre niños, adultos y ancianos en las que se ha conseguido asentar «lo depre», «la depresión», «el deprimido», verbalizando equivocadamente lo que en la mayoría de los casos es un estado melancólico o, en circunstancias, de duelo, que de ninguna manera debería tratarse como una patología clínica.Los ejemplos continuos hacen su lectura comprensible para los que carezcan de interés o conocimientos específicos sobre psicología, pero el tratamiento es paciente y riguroso.[labuenavida-cafedellibro.es/]