¡Me pareció ver una linda orejita!
A Santiago, el kiosquero, le contó que desde su habitación en el segundo piso, escucha el timbre que toca el pasajero adentro del colectivo antes de bajarse en la parada de la esquina.Algo más indignada, comentó con un mozo pelado de la Bola de Oro, que escucha a un perro que han dejado encerrado en planta baja. Parece que una mujer que vive acá cerca y alquila un local en el consorcio -para vender lencería, cosméticos, jabón en polvo, palas de plástico para juntar la basura, shampoo y tinturas para el pelo-, tiene un perro que "duerme" en el patio del fondo del local, a donde dan algunas ventanas del departamento de Kika. Ante el concierto madrugado de ladridos, se levantaron Kika y su marido a tocarle el timbre a la inquilina que los sacó carpiendo alegando que esas no eran horas para molestarla en su casa.
Ya en tono chusma y acercándose al fizgoneo, secreteó con su marido que esa mañana, bajando por la escalera desde el segundo, de refilón escuchó a los hermanos C discutiendo en el primero con la puerta abierta. Graciela C le gritaba llorando a Roberto C que la deje en paz a ella con su madre, que siempre han vivido juntas y sabe cómo llevarla. Él le contestaba que si la sigue maltratando así, o buscan juntos una solución o en cualquier momento cambia la cerradura y no la deja entrar nunca más.
Kika, esto es mucho más que escucha flotante.
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