Ra-ta-ta-ta! Pof, pof, ploch ploch ploch… ¡Catacarsh! ¡Fiuuuuu! ¡Fiuuuuu! Tocotocotocotocotocotocotoco… ¡Auuuuua! ¡Auuuuua! ¡Vaya-vaya trivoga! ¡Sputnik vodka gromenawer! ¡Ra-ta-ta-ta-ta! ¡Booooouuuuuuum! Niiiinoooooniiiinoooo… clin clicliclinnn… ¡Pumbaaaaa! ¡Pum pupum! Gluglugluglu… ¡arf! Ra-ta-ta! ¡Ñiiiiuuuuun! ¡¡¡Boooooouuuuumbaaaaaaaaaaa!!! Bzzzzzzzz… ¿wahapen? Ah, ya… ¡Ra-ta-ta-ta-ta! ¡Pum, pum! Tic-tac-tic-tac… ¡Uyyy! ¡Quietor! ¡Crack! ¡Clonch! ¡Grrrr! Flowflowlow… ¡plotch!
Pues así ha sido, más o menos.
Pues ya llegó el mesías, el advenimiento de la última entrega de la franquicia que por méritos propios ha ido poquito a poco subiendo escalones hasta convertirse en lo que actualmente es: El jodido videojuego que ha recaudado más beneficios en menos tiempo en la historia del mundo mundial. Una saga que ha sabido conservarse y mantenerse fresca dosificando sus esfuerzos con entregas desarrolladas por otro estudio para que los verdaderos artífices de la obra tuvieran tiempo de crear cosas de esas que se te quedan grabadas como los momentos más auténticos que has vivido a los mandos de un videojuego.
Sinceramente, he sido muy escéptico durante todo el periodo de desarrollo y promocional con lo que podría aportar este Modern Warfare 2, pareciendo a simple vista ese “más y mejor, pero de lo mismo” que tan acostumbrada nos tiene la industria. El caso es que lo es, no existen verdaderas novedades y las que pretenden serlo no son más que aderezos ya vistos mil veces en otros sitios. Pero no va de eso, aquí el tema no va de novedades jugables, de texturas en alta definición o de nuevas representaciones armamentísticas. Lo que aquí hace a uno quedarse embobado es la inmersión, el mirar alrededor y ver que todo se mueve al unísono recreando un entorno vivo. Que sí, que todo funciona con triggers y disparadores que saltan cuando matamos a ciertos enemigos o pasamos por un lugar concreto, pero da igual. Tampoco va esto de inteligencia artificial o infinidad de posibilidades jugables.
¿Entonces qué tiene de especial? Pues eso me preguntaba yo durante los primeros compases del modo campaña. Por lo pronto todo estaba como siempre, un control preciso como él solo, unos gráficos bastante majos y en definitiva, un dominio total y absoluto de la situación, que es lo básico y primordial en un fps. Pues oye… me puse a jugar, y sin darme cuenta me he fundido en un par de tardes toda la historia… Así que bueno, pues me puse con el modo de Special Ops a ver qué tal estaba y oye… no he parado hasta desbloquear todas las misiones…
Pues oye, que termino y decido echarme un par de partidillas online, y claro, ahí no hay tu tía. Desde el primerísimo título de la saga, el multijugador de un Call of Duty es un dulce sumidero de tiempo perdido matando y muriendo constantemente, y este no iba a ser menos. Y tras sobetear cada una de las posibilidades lúcidas que me otorga el juego por fin me planto delante del editor de texto a ver qué te cuento yo del juego más allá de los vídeos y análisis que hay por doquier, que para qué engañarnos, tal bombardeo de información ha sido más cansino que tener al malo de Saw en el Twitter.
Pues podría contar unas cuantas cosas que si se las dices a un videojuego, hacen que quede bastante claro lo que es capaz de ofrecer. No te aburres ni un instante, y no con adornos en la jugabilidad para nublar un poco el juicio ante mecánicas repetitivas. En los modos individuales no paras de hacer cosas distintas: Escalar montañas, montar en barca, en motos de nieve, tanques o helicópteros, bucear, salvar rehenes, detonar puertas, defender posiciones, perseguir a terroristas, huir de emboscadas, asesinar silenciosamente y yo que sé qué más. El espíritu cinematográfico marca de la casa está más presente que nunca y es el máximo responsable de la inmersión en el juego e interés por seguir avanzando. Como ya pasaba en el anterior Modern Warfare, todo ocurre en un suspiro, cada misión que acaba nos deja con ganas de más, como si el hecho de acortar las experiencias intensificara cada uno de nuestros actos por lo exclusivo de la situación, cosa que sin duda, se consigue.
Es en ese ahogo, en ese exceso de información durante las partidas donde se encuentra el verdadero meollo de la cuestión, ya sean enemigos controlados por la máquina o el ordenador, es en la conjunción entre un minucioso diseño de los escenarios, el preciso sistema de control y el shock audiovisual que presenciamos donde comprobamos que es el todo, y no una serie de detalles individuales, los que hacen que un juego llegue a considerarse una obra maestra, así que ya le pueden ir dando candela a las secciones de gráficos, sonido, jugabilidad y demás estándares del analista. Por mi parte, solo puedo recomendar que te lo alquiles, lo pruebes un rato, y en unos minutos se podrán llegar a conclusiones decisivas. Eso sí, muy importante, y aquí no se engaña a nadie, esto sigue siendo un Call of Duty, y que cada cual lo entienda como mejor le convenga, aunque si se sabe apreciar algo bien hecho, tal afirmación resultará para la mayoría lo más positivo que se puede decir de él.
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