Hoy se ha muerto la perrita de una mujer maravillosa. Se llama Bea, como yo, y adoraba a esa perra. Se ha desvivido durante meses por cuidarla y mimarla, y se alegraba cuando conseguía que el animal comiese un pedacito de carne igual que una madre se alegra cuando su hijo consigue alimentarse bien después de estar enfermo.
Yo sé lo que es querer a un animal. Hace ya más de un año que se murió mi Cholo, y todavía le echo de menos y casi me parece que sigue dando trotes por la casa, de vez en cuando. Quien nunca haya tenido un perro o un gato es incapaz de conocer todo el cariño que te transmiten estos bichos, todo lo que te hacen sentir. Esa necesidad de protección que nos inspiran y lo frágiles que les vemos, adorándonos, idolatrándonos, convirtiéndonos en sus héroes. Admirándonos incondicionalmente. Queriéndonos de una forma tan sincera, limpia y desinteresada que difícilmente podría compararse con el amor que profesamos los humanos.
Y sí, claro, sólo son animales. Obviamente les sobreprotegemos, les mimamos en demasía y quizá nos pasamos con nuestra ansia protectora, pero no hay mejor equivocación: los animales nos hacen ser mejor persona.
Yo siempre he creído (y lo defenderé por más argumentos en contra que me den) que alguien que es capaz de amar a un animal no puede ser mala persona. Alguien que se preocupa por un ser peludo y baboso, que le cuida, que disfruta de su compañía, que se emociona con sus lametones y muestras de cariño, que sufre con su dolor, tiene algo especial en su manera de ver el mundo que le hace ser más bondadoso y empático con las demás personas. Verdaderamente no me imagino a un maltratador, a una asesina o a alguien frío y calculador incapaz de sentir nada por nadie cuidando de un perrito con cariño.
Y puede que me equivoque, pero hasta hoy mi experiencia me ha demostrado que es así e inconscientemente en mi mente hago esa calificación cuando conozco a alguien: si tiene mascota y la quiere, es buena gente, del mismo modo que mis alarmas se disparan cuando conozco a alguien que desprecia a un perro o un gato.
Bea es muy buena gente. Igual que Casiopea, mi amiga y "mami" de cuatro gatos. Que otros pueden llamarla así, "la loca de los gatos", pero que a mí me enternece. Igual que Alejandro, que sube fotos de su "gordita" a Instagram día sí y día no.
Porque no hay mejor locura que amar a los animales. No hay extravagancia más deliciosa que desvivirnos por un bicho, por canalizar de forma tan dulce nuestro cariño y de perder la cabeza por ellos.
Le mando un besazo gigante a Bea, que sé que ahora mismo lo necesitará. Tu Dolly tuvo mucha suerte de tenerte, igual que tú de haberla tenido a ella.
Y vosotros, los que me leéis, haceos el favor de ser inteligentes y amar a un animal. Porque si conseguís tener la gran suerte de ser el objeto de devoción de un perro o de un gato, veréis que os hacen el mayor regalo que nadie os podrá regalar nunca: su poco tiempo.