Han pasado más de veinte años y todavía no he conseguido que mis platos de pasta sepan igual.
Son estos momentos en los que me doy cuenta de que la echo de menos. Pequeños detalles, recuerdos que me vienen a la mente de golpe cuando estoy ocupada haciendo algo y menos me lo espero. Yo tenía 12 años cuando ella murió, y aunque el tiempo siga alejándome cada día más de la época en que ella formaba parte de mi vida, su legado sigue aún vigente y mantiene vivo ese recuerdo que, aún hoy, me hace sonreír.
Me pregunto si yo aportaré algo a la vida de alguien de esa forma, cuando muera. Si dentro de mucho tiempo alguien se acordará de mí cuando vea ovejas, cuando intente rizarse el pelo o cuando pretenda preparar arroz a la Bea, sin éxito.Y, si os soy sincera, no estoy segura de si quiero que eso suceda.