España es como un toro

El toro, símbolo de un país de una tradición atávica, seña de identidad por la que España es conocida en todo el mundo. Emblema mágico encarnado en un animal único, cuyo carácter irracional se muestra enraizado en la idiosincrasia hispana.

Sin embargo todas las cualidades de bravura, nobleza, fuerza, resistencia o belleza de tan fantástico animal, puede que tengan una lectura distinta para aquellos que nos observan más allá de esta inmensa piel de toro que habitamos.

Podemos apreciar como el guiri profano siente una hipnótica admiración hacia el toro, hacia la España que le acoge con calor y fiestas bárbaras. Esa fascinación inicial comienza a mezclarse con la objetividad ajena a los usos castizos usos del país y su pensamiento trabaja en silencio:  “Qué gran animal, qué imponente belleza morena, qué furia sin medida, y qué enormes huevos…que no le sirven para nada, porque llega un alfeñique con una vestimenta ridícula y le mata de dos cuchilladas. Y ahora yace muerto, cornudo, mutilado y humillado, siendo arrastrado por el suelo por unas mulas tercas y cobardes”

Y poca apelación admite la reflexión  cuando la situación patética que padecemos aparece cíclicamente desde hace siglos. España en estado puro. España es como un toro: imponente, fuerte, brava e idiota. Cualquier imbécil puede torturarla hasta la muerte, regocijarse de su carnicería, salir a los medios a saludar y lo que todavía es más desquiciante  recibir una ovación.